Miley abrió la puerta del armario y tragó saliva. Estaba aterrada. Acababa de aceptar
una semicita con Nicholas Barone. Aunque de hecho no se trataba ni siquiera de
eso, sino que ella era un remiendo de última hora para un plan al que a él no
le apetecía ir.
Miley sintió que el corazón le golpeaba con fuerza en el pecho. Entonces, ¿por qué
había aceptado? Nicholas le había parecido tan guapo y tan indefenso, y tan
enternecido cuando Molly lo había llamado papá, que había sentido lástima por
él.
Sabía que aquello era ridículo. Se trataba del
soltero más deseado de Boston. Era tan atractivo que cualquier mujer
necesitaría un traje ignífugo para estar a su lado. Miley le echó un vistazo a
su guardarropa, preguntándose si tendría algo que repeliera el fuego.
Miró el
reloj y sintió otra oleada de pánico. Se suponía que tenía que convertirse de
niñera a acompañante adecuada en menos de veinticinco minutos, cuando lo cierto
era que necesitaría al menos una semana para llevar a cabo semejante
transformación.
-Una
semana... -murmuró mientras sacaba del armario un jersey marrón y una falda
larga a juego.
Confiaba
en que todavía le cupiera. Luego sacó un par de botas, y pensó que le harían
falta también unas medias. Se dirigió a la cómoda donde guardaba la lencería.
El último par que se había puesto tenía una carrera, y, al parecer, no tenía
otro.
De
nuevo una oleada de pánico. Intentaría taparla con la falda. Luego se miró en
el espejo. Tenía que hacer algo con el pelo y con la cara.
Tras
varios intentos fallidos de pintarse la raya del ojo, Miley se rindió. Se aplicó
un poco de lápiz de labios y luego rimel en sus pálidas pestañas, se recogió el
pelo en un moño informal del que se escapaban varios mechones rebeldes, pero no
tenía forma de controlarlos. Nerviosa y llena de dudas, bajó las escaleras.
Nicholas
se la quedó mirando durante un rato tan largo que estuvo a punto de darse la
vuelta y regresar por donde había llegado.
-Chocolate
-dijo él finalmente-. Te sienta muy bien el color chocolate.
Y Miley se sintió casi hermosa. Tras un corto trayecto en el deportivo de lujo de
Nicholas, llegaron a casa del alcalde. Un aparcacoches se encargó del vehículo
y una doncella con uniforme negro les guardó los abrigos. Con una sola mirada
al recargado salón del alcalde Foorwood, Miley supo que no estaba adecuadamente
vestida. Casi todas las mujeres de la fiesta llevaban el típico vestido corto
de color negro. Miley ni siquiera tenía uno de ese tipo. No lo había necesitado
para su anterior trabajo, y desde luego tampoco para la pista de voleibol.
Trató de dejar a un lado su incomodidad e intentó proyectar hacia el exterior
una seguridad que no sentía.
Una
mujer vestida con traje negro y collar de perlas se acercó hasta Nicholas y le
tendió la mano.
-Nicholas,
estamos encantados de que hayas venido. Bill siempre dice que una fiesta no es
una fiesta si no hay representación de los Barone. Pensé que Nicole se
reuniría también con nosotros -dijo la mujer observando a Miley.
-Nicole está enferma, y Miley ha sido lo suficientemente amable como para acompañarme
en el último momento -aseguró Nicholas-. Miley Fenton, Jo-Ann Forwood.
-Es un
placer conocerla. Tiene usted una casa preciosa -dijo Miley.
-Gracias.
¿Trabaja usted con Nicholas? -preguntó Jo-Ann mirándola con mal disimulada curiosidad.
-Bueno,
acabo de empezar a...
-Miley es una buena amiga de la familia -interrumpió Nicholas-. ¿No acabas de decirme
que tienes sed? -preguntó girándose hacia ella.
Miley se
preguntó por qué no querría que Jo-Ann supiera que era la niñera de su hija.
-Avisaré
al camarero para que os atienda -dijo Jo-Ann-. Discúlpenme un momento.
-¿Por
qué no quieres decirle que soy la niñera de tu hija? -le espetó Miley en cuanto
la otra mujer se hubo marchado.
-Porque
no es asunto suyo -aseguró Nicholas con irritación.
-¿Y no
será porque te da vergüenza estar aquí con una niñera?
-Yo
hago lo que me viene en... -comenzó a decir él con los ojos llenos de rabia-.
Luego hablamos. Por aquí viene el alcalde.
Durante
los siguientes treinta minutos, Miley conoció a seis personas, y todas ellas
preguntaron por Nicole.
Miley cada vez se iba poniendo más sombría ante la
expresión de duda que mostraban sus rostros cuando la miraban. Se
sentía como un pez fuera del agua. Y, para ser sinceros, no tenía ningún
interés en entrar en el agua. Por alguna extraña razón, lo único que quería era
agradar a Nicholas. Pero la fiesta siguió su curso, y
Miley pronto se vio
separada de él. Una mujer hermosa tras otra reclamaba su atención.
Desplegando
mentalmente la bandera blanca de rendición, Miley se bebió otra cerveza y deambuló
por el salón sin saber muy bien qué hacer. Finalmente, optó por sentarse en una
butaca que estaba en la habitación adyacente. Al menos, allí estaría a salvo de
todas las miradas.
-Al fin
te encuentro -dijo la voz de Nicholas a su espalda al cabo de bastante rato-.
No estoy acostumbrado a tener que perseguir a mis acompañantes.
-Bueno,
yo no soy realmente una acompañante —aseguró ella—. Más bien soy la niñera de
tu hija ejerciendo de ello y a la que no tienes que atender en un acto al que
no tenías ganas de acudir.
Nicholas
guardó silencio mientras la guiaba fuera de la fiesta tras despedirse de los
anfitriones y los invitados.
Su
equipo había ganado, y sus compañeros estaban encantados con la actuación de Miley. Querían llevarla a su bar favorito para celebrarlo, pero a ella le dolía
demasiado el hombro como para andar por ahí. Condujo hasta casa, abrió la
puerta principal con su llave y avanzó por el pasillo tratando de no hacer
ruido. Lo único que quería era disfrutar del silencio y de la paz de su
habitación.
-¿Qué
tal el partido? -preguntó a su espalda una conocida voz masculina en un tono
que le provocó un vuelco al corazón.
Miley se
puso tensa, pero no se dio la vuelta. No quería mirarlo. Últimamente, aquel
hombre ocupaba demasiado sus pensamientos.
-Estupendamente.
Los machacamos. El único problema es que yo también me he machacado el hombro
en el intento.
-¿Es
grave? —se interesó Nicholas acercándose más.
-No
creo que me muera de esto.
-Pero
tiene que dolerte muchísimo -aseguró él con una sonrisa de conmiseración-. ¿Por
qué no te metes en el jacuzzi que hay en el gimnasio del piso de abajo? Te
vendrá muy bien.
Miley no
podía negar que la idea de sumergirse durante unos minutos dentro de una bañera
caliente de burbujas era de lo más tentadora.
-Eso
haré, y luego me meteré directamente en la cama -dijo finalmente mirándolo-.
Gracias.
Miley subió a toda prisa las escaleras, se quitó la ropa y se puso un bañador. Al
darse cuenta de que tal vez se encontraría con Nicholas, decidió ponerse además
un chándal. Bajó las escaleras que llevaban hacia el mini gimnasio y se encontró
con que la luz ya estaba encendida y la bañera burbujeando con aspecto
incitador.
Exhalando
un suspiro de alivio al comprobar que Nicholas no estaba a la vista, Miley se
quitó el chándal y se metió en la bañera de hidromasaje. Se hundió en el agua
caliente y gimió de placer mientras sus músculos comenzaban inmediatamente a
destensarse. Cerró los ojos y se relajó.
-Es el
hombro derecho, ¿verdad? -preguntó Nicholas a su espalda.
Le dio
tal susto que Miley se incorporó como movida por un resorte.
-Tienes
que relajarte -aseguró él colocándole la mano sobre la piel desnuda.
-Sería
de gran ayuda que no aparecieras detrás de mí como una serpiente.
-No ha
sido así. Estabas casi dormida -dijo Nicholas mientras le masajeaba suavemente
el hombro-. Relájate.
¿Cómo
iba a hacerlo con él tocándola? Miley cerró los ojos y suspiró. Mientras
Nicholas se mantuviera fuera de la bañera, no habría problemas. Se permitió a
sí misma relajarse mientras los dedos de Nicholas le trabajaban el músculo
agarrotado.
-Es muy
difícil hacerlo desde esta posición -lo escuchó decir entre dientes-. Voy a
entrar.
O.o Nick buscando excusas para estar con Miley hahha siguela =D besos
ResponderEliminarawwww lo ame esta genealisisismo ahh tienes que seguirla prontoo ahhh hermanita por que la dejas ahii me quieres infartar tuu ahh dimeeeee
ResponderEliminaraaww que malis eres jejeje no la dejas ahi sube la siguiente que el capis me encantoo!!!
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