Miley Fenton observó la carrera que tenía en
las medias y tiró del vestido hacia abajo para tratar de esconderla. Tampoco
tenía el pelo en su mejor día, pero no recordaba que aquella melena de
rebeldes rizos pelirrojos hubiera tenido un buen día alguna vez. Seguramente,
estar perfectamente peinada no era requisito indispensable para el trabajo de
niñera, aunque tener un aspecto descuidado durante la entrevista tampoco
ayudaría. Pero si Miley se sentía fuera de lugar en el elegante y formal salón
de la lujosa mansión de Nicholas Barone, ¿cómo se sentiría la pobre niña?
La asistente de Nicholas Barone, la señora
Peabody, le explicó que había ido desde la oficina para ayudar a su jefe en
aquellas entrevistas.
-Su currículo dice que es usted licenciada en
Ingeniería Informática -dijo mirándola por encima de las gafas-. ¿Por qué
quiere ser niñera?
Traducción: Debe usted estar loca si quiere
cambiar el prestigio de una buena posición en Ingeniería para cambiar pañales.
Miley estaba acostumbrada a aquella pregunta, y
tenía la respuesta preparada de antemano.
-Creo que trabajar con niños es mucho más gratificante.
Los niños sonríen y te abrazan. Los ordenadores no.
-Entonces, ¿por qué no se graduó usted en
Educación Infantil o algo similar? -preguntó la señora Peabody.
-Por influencia de mi hermano -confesó Miley.
Su hermano Trace había dejado notar su influencia
en muchas áreas, y, teniendo en cuanta que sus padres habían fallecido, Miley se
había dejado guiar por él hasta hacía muy poco.
-Mi hermano me animó a que estudiara Ingeniería
Informática porque es un campo con muchas salidas y porque siempre se me han
dado bien los ordenadores. Pero el verano antes de graduarme trabajé como
niñera y me encantó. Luego trabajé en una importante empresa informática. Hace
poco, la firma sufrió un recorte de plantilla y vi la oportunidad de hacer lo
que me gusta: trabajar con niños.
-Sus referencias son excelentes -musitó la señora
Peabody-. ¿Es usted consciente de que se trata de un trabajo de interna?
-Eso no constituye un problema para mí
-contestó Miley-. Mi compañera de piso va a casarse.
-Creo que el señor Barone debería conocerla
-dijo la señora Peabody asintiendo con aire pensativo-. Por favor, espere aquí
mientras voy a buscarlo.
-Aquí estaré -respondió con una sonrisa
mientras se le agarrotaba el estómago por los nervios.
En cuanto la mujer salió del salón, Miley se puso en pie y
comenzó a recorrerlo. Tenía veinticinco años, y le sorprendía estar tan
nerviosa a su edad. Quería dar un giro a su vida laboral, pero hasta ahora no
había caído en la cuenta de cuánto deseaba conseguir aquel trabajo. Miley se
detuvo un instante para contemplar la colección de fotografías familiares que
había en una de las paredes.
Los Barone. Eran muchos, y sus nombres y sus
rostros aparecían con frecuencia en las páginas de economía y de sociedad del
Boston Globe. Miley se preguntó qué se sentiría al tener tantos hermanos y
hermanas, y sintió una punzada de envida. Tras la muerte de sus padres, solo
quedaban ella y Trace, y aunque su hermano siempre la apoyaba en todo, estaba
muy ocupado con su propia carrera. Miley tenía muchos amigos, pero desde que
había dejado la Universidad echaba de menos la sensación de pertenecer a algún
sitio.
El sonido de la voz de una mujer y los
sollozos de una niña la despertaron de su ensoñación. Miley miró hacia la puerta
y contempló a una pelirroja imponente, algo mayor, y vestida con lo que se
trataba sin duda de un traje de buena marca. Ni uno solo de sus cabellos
parecía estar fuera de lugar, pensó Miley mientras se pasaba inconscientemente
la mano por su melena rizada.
La mujer llevaba en brazos a una niña de pelo
oscuro.
-Nuestra Molly está todavía adaptándose -dijo
con expresión triste mientras la miraba directamente a los ojos-. Soy Denise Barone. Perdone que no le ofrezca la mano.
-Yo soy Miley Fenton, encantada de conocerlas a
las dos -respondió ella torciendo el cuello con curiosidad para obtener una
mejor visión de su potencial responsabilidad-. Dios mío, es guapísima...
incluso con la cara tan roja como un tomate.
Miley sopló sobre el rostro de la niña. Molly
dejó de llorar y abrió los ojos, con sus pestañas largas y negras llenas de
lágrimas. Miró fijamente a Miley, con el labio inferior tembloroso, como si
fuera a comenzar a llorar de nuevo.
-Cucú... ¡Tras! -dijo Miley antes de apartarse
de su vista.
Se hizo un silencio, seguido de un hipido.
-Cucú ¡Tras! -repitió ella con una sonrisa antes
de volver a ocultarse.
Una leve sonrisa iluminó el rostro de Molly.
-Tengo ocho hijos mayores, y me había olvidado
por completo del Cucú-tras -aseguró Denise sacudiendo la cabeza, impresionada.
-Demasiadas reuniones en el club con las matronas
de la Alta Sociedad -dijo un hombre que entraba en ese momento en el salón
acompañado de la señora Peabody.
Miley le echó un vistazo y apretó la mandíbula.
Aquel hombre mediría bastante más de un metro noventa. Tenía el pelo negro
como el ala de un cuervo, las facciones como labradas a cincel y un cuerpo
musculoso que sin duda le haría tener mujeres a patadas. Seguramente tendría
que apartarlas con un bastón. El brillo de crueldad que despedían sus ojos se
clavó en el estómago de Miley. Estaba segura de que muchas mujeres intentarían
domarlo, pero ella no poseía ni el atractivo, ni la capacidad de seducción
suficientes para atraer a un hombre como Nicholas Barone. Además, sabía que él
no se fijaría jamás en ella. Una lástima, pero así era. Se conformaría con
admirarlo desde lejos.
Miley se giró instintivamente hacia Denise. Se
sentía así más a salvo.
-El poder del Cucú-tras está subestimado, pero
estoy segura de que lo habría recordado dentro de unos días.
-¿Y qué sabe una especialista en informática
del Cucú-tras? -preguntó el hombre con mirada cínica.
Miley suponía que tendría que haber una buena
razón para aquel cinismo, pero no le gustó su actitud. Algo le decía que aquel
no era un hombre al que le importara caer bien o no. Ella levantó la vista para
encontrarse con su mirada, confiada en su habilidad para cuidar de la hija de
aquel hombre, e igual de segura de su falta de atractivo femenino.
-Podría escribir una tesis a propósito del
Cucú-tras. Lo mejor que tiene es que no requiere ningún equipamiento especial y
puede utilizarse en cualquier momento y en cualquier lugar. Y sin embargo,
hacen falta algunas condiciones para jugar a él.
-¿Y cuáles son? -preguntó él alzando una ceja.
-Sentido del humor y disposición.
Miley sintió que el estómago se le llenaba de
mariposas ante el modo tan intenso en que Nicholas Barone la estaba mirando
-¿Disposición para qué? -le espetó él.
Miley se aclaró la garganta y rogó en vano para
que las mejillas no se le tiñeran de rojo por la vergüenza.
-El adulto tiene que estar dispuesto a perder
su dignidad -aseguró, completamente convencida de que ella había perdido ya la
suya.
-¿Ah, sí? -murmuró él observando con atención
su currículo-. ¿Y por qué no está aquí escrito «Especialista en Cucú-tras»?
-Sabía que se me había olvidado algo -respondió
ella riendo entre divertida y aliviada.
-Soy Nicholas Barone -dijo él extendiendo la
mano y mirándola a los ojos.
-Miley Fenton -respondió ella estrechándosela.
-Veo que ya conoce a Molly -continuó Nicholas
depositando un beso en la frente de su hija-. Bellísima.
Molly lo miró fijamente y colocó los labios en
posición de puchero. Miley no podía culparla. Si Nicholas le parecía a ella alto
como una torre, no podía ni imaginarse lo que pensaría la niña de él.
-Por favor, venga conmigo a la sala -le
pidió a Miley- Tengo que hacerle algunas preguntas.
-Por supuesto -respondió ella-. Encantada de
conocerlas, señora Barone, señora Peabody y Molly -dijo siguiendo a Nicholas.
-Todavía no me ha sonreído ni una vez -murmuró
él mientras le señalaba un sofá para que se sentara frente al sillón que ocupó
él.
-Está impresionada -respondió Miley.
-¿Impresionada? -repitió él mirándola con
asombro.
-Sí, eso es. Para la gente normal, usted es
muy alto, pero para ella es enorme.
-La gente normal... -murmuró Nicholas rascándose
la barbilla.
-Para la media -corrigió Miley-. Algo me dice
que no está usted acostumbrado con la idea de pertenecer a la media. Lo siento
-dijo al instante mordiéndose el labio inferior-. Es una cuestión demasiado
personal para una entrevista de trabajo.
-Sí, en efecto, pero tiene usted razón -aseguró
él asintiendo con la cabeza-. A los Barone no se nos permite ser de la media.
Miley observó en sus ojos marrones todo un mundo
de experiencia, y supo sin necesidad de que se lo dijera que él siempre se
había esforzado hasta el límite, porque eso era lo que le habían exigido.
-¿Mantiene usted alguna relación sentimental
seria? -preguntó Nicholas sin apartar la vista del currículo.
-Esa también es una pregunta muy personal,
¿no? -se atrevió a decir Miley tras dudar unos instantes.
-Así eso, pero procede. Acabo de conseguir la
custodia de una hija que no sabía ni que existía hasta hace dos semanas. No
quiero contratar a alguien que no pueda comprometerse a largo plazo.
-¿Qué entiende usted por largo plazo?
-Diecisiete años -respondió Nicholas muy serio
antes de esbozar una sonrisa-. Es una broma. Tras un periodo de prueba de
treinta días, me gustaría que firmara un contrato de un año.
-Un
año no es ningún problema -respondió Miley.
Sentía un extraño cúmulo de emociones. La
señora Peabody ya había contado cómo había sabido Nicholas de la existencia de
Molly, pero la historia seguía impresionándole.
-Supongo que su vida habrá dado un vuelco
tremendo -se aventuró a decir.
-Digamos que mis prioridades han cambiado
-dijo él con los ojos encendidos a pesar de su tono de voz neutral-. Lo más
importante para mí en este momento es proporcionarle a Molly un ambiente
estable. Por eso le he hecho esa pregunta tan personal. ¿Mantiene usted una
relación sentimental que resulte incompatible con su ausencia durante un
tiempo determinado?
Miley pensó en su pandilla de amigos varones y
tuvo que reprimir una mueca. Para ellos, era como uno más.
-En estos momentos no estoy comprometida.
-Bien -aseguró él sacudiendo la cabeza-. Creo
que lo mejor será que nos dejemos de formalidades, porque tendremos que
comunicarnos con bastante regularidad. Puedes llamarme Nicholas.
Miley quería conseguir aquel trabajo, pero también
tenía un presentimiento respecto a Nicholas Barone. Suponía que podría
conseguir casi cualquier cosa con su encanto, pero también estaba segura de
que esperaba que sus empleados se sometieran a su voluntad sin hacer demasiadas
preguntas. Miley escuchó entonces a Molly llorar en el jardín, y pensó aquel
trabajo iba a resultar más complicado de lo que había imaginado en un
principio. Intentaría respetar los deseos de Nicholas, pero necesitaba saber si
él estaría dispuesto al menos a escuchar sus ideas.
-Tengo la impresión de que estás acostumbrado
a hacer las cosas a tu manera. Pero si yo estoy convencida de algo, quiero que
lo consideres aunque en un principio no te guste.
-Mal que me pese, todavía no soy ningún experto
en mi hija -respondió Nicholas-. Espero serlo pronto, pero hasta entonces
tendré en cuenta tus puntos de vista. ¿Alguna otra preocupación?
Miley tenía una solamente: era tan guapo que
esperaba que no la pillara babeando cada vez que lo tuviera alrededor.
-No, ninguna -aseguró Miley negando con la
cabeza.
-Bien. Ya hemos comprobado tus referencias.
¿Cuándo puedes empezar?
-¿Cuándo me necesitas? -preguntó ella con una
mezcla de excitación y cierto temor.
Se escuchó entonces el sonido del llanto de
Molly.
-Ayer -aseguró él sin siquiera parpadear.
Dos noches más tarde, Nicholas se dejó caer
sobre la cama de la habitación de invitados. Estaban pintando el dormitorio
principal, así que se había trasladado temporalmente. No había dormido bien
desde que había llevado a Molly a casa. El impacto de aquella súbita paternidad
y todas las preocupaciones que traía consigo lo habían mantenido despierto
hasta la madrugada. Aquella noche, sin embargo, tras comprobar que su hija
dormía, sintió que por fin podía relajarse, gracias en parte a que sentía que
Molly estaba a salvo en manos de
Miley Fenton.
Ya que él no podía hacer que su hija se sintiera
segura, ya que su presencia solamente provocaba lágrimas en Molly, estaba
decidido a encontrar a alguien que la hiciera sentirse a salvo. Miley desprendía un calor natural y Nicholas sabía que conseguiría confortar a Molly.
Y, por mucho que aquello lo sorprendiera, él mismo también se sentía confortado
por su presencia.
A través de la pared, escuchó el ruido de una
ducha al cerrarse y una voz femenina cantando. Aquel sonido captó su atención.
Nicholas era un soltero impenitente cuyas amantes no solían quedarse a pasar
la noche, y no recordaba la última vez que había escuchado a una mujer cantando
en su casa.
Sentía curiosidad, así que se acercó más a la
pared. Por las palabras que captó, se trataba al parecer de una canción
infantil: Al corro
de la patata. ..
De pronto, la melodía se detuvo bruscamente y
se escuchó un sonido sordo, como de un golpe. Después oyó algo parecido a un
gemido, y luego nada.
Nicholas frunció el ceño y se preguntó si no
estaría herida. Presionó la oreja contra la pared. Seguía sin oírse nada. ¿Qué
podía hacer? ¿Y si estaba tendida en el suelo, inconsciente?
Maldiciendo entre dientes, salió de la habitación
y se dirigió al cuarto de Miley, tocando levemente con los nudillos para no
despertar a Molly.
-Miley -susurró-. Miley, ¿estás bien?
Nada. Nicholas giró el picaporte y entró, mirando
al suelo en busca de un cuerpo tendido. Se dirigió hacia el baño que estaba
dentro del dormitorio y captó la visión de Miley Fenton con una toalla alrededor
del cuerpo mientras se frotaba las piernas sentadas en el suelo.
—Oh, oh... —susurraba.
A Nicholas le hubiera tenido que faltar un
cromosoma “Y” para no fijarse en sus largas y bien formadas piernas, y en el
hecho de que la toalla estaba a medio milímetro de dejar al descubierto uno de
sus pechos. En otras circunstancias, con cualquier otra mujer, le habría
quitado la toalla en menos que canta un gallo, pero en aquellos momentos tenía
que asegurarse de que no estaba herida.
- ¿Te encuentras bien?
Miley giró la cabeza hacia él y su boca se
transformó en un mohín entre horrorizado y sorprendido.
-Se... señor Barone -murmuró ella subiéndose
automáticamente la toalla.
-Puedes llamarme Nicholas -respondió él.
-Estoy bien -aseguró ella colocándose de nuevo
la toalla-. He resbalado al salir de la ducha.
-Ha sonado como si estuvieras en peligro de
muerte -aseguró Nicholas.
-He caído con fuerza -confesó Miley con cierto
rubor-. Es uno de mis puntos flacos. El exceso de confianza. Confío demasiado
en mi equilibrio.
-A lo mejor te has distraído por cantar El Corro
de la Patata.
El rostro de Miley se tino completamente de
rojo mientras se estiraba.
-Voy a ser sincera -dijo en tono
confidencial-. No soy Mary Poppins, así que he estado practicando las
canciones infantiles que conozco.
-Bueno, si estás segura de que estás bien, me
marcho -aseguró Nicholas avanzando hacia ella-. Pero antes, déjame que te ayude
a levantarte.
-¡Oh, no! -afirmó Miley negando con la cabeza
mientras abría desmesuradamente los ojos-. Señor Barone... quiero decir,
Nicholas: no creo que me
muera por esta caída, pero seguramente me moriré de
vergüenza si no sales de aquí ahora mismo.
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HOLA CHICAS!! PRIMER CAPITULO DE ESTA NOVELA...PRIMER CAPITULO DONDE TODO COMIENZA :) ESPERO QUE LES GUSTE, BESITOS ♥
aHHH LO AMEE ME ENCANTOO ESTUVIOO FENOMENAL A CHIKIS TIENES QUE SEGUIRLA PRONTOO PLIS PLIS SIGUELA SIIIII AHHHHHH
ResponderEliminaraaaw me encanto el capis seguilaa!
ResponderEliminar¿como te lo explico?
ResponderEliminarLoa ame♥ me encantooo♥
jajajja yo estaria igual qe Miley babeando por Nick jajaja o asi estoi jajajjaja
espero el proximo capi pronto esta nove me esta enamorando
BEsitos!!!
◕ ‿ ◕
Ok exigo q subos otro inmediatament bromis pero sube pronto me encantooooooo.
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