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domingo, 18 de marzo de 2012

Amor Desesperado: Capitulo 29


Cuando llegó a casa, después del trabajo, Nick abrió la boca para llamar a Miley, pero calló al oírla hablar por teléfono.
—Claro que iré a casa en Navidad, mamá —decía Miley, paseando descalza por la cocina—. Simplemente no iré pronto. He quedado en…, en cuidarle la casa a un amigo —dijo cruzando dos dedos— que me deja quedarme gratis el resto del mes.
Siguió un silencio.
—Supongo que tendré buenas notas —dijo Miley—. Eso no es problema. Pero me alegro de no haber buscado trabajo este semestre, porque algunas clases eran difíciles —otra pausa—. No. El dinero no es problema —dijo, cruzando más dedos y poniendo los ojos en blanco—. Sí, tengo otro apartamento apalabrado desde el primero de enero —dijo, cruzando los dedos de la otra mano —hizo una mueca de contrariedad—. Sí, me estoy manteniendo apartada de los hombres —cruzó dos dedos más y cerró los ojos—. Sí, mamá, desde luego que me voy a mudar más cerca de la universidad en enero —descruzó todos los dedos—. Yo también te quiero. No trabajes demasiado. Pronto nos veremos —colgó el teléfono y suspiró—. Ay, qué telarañas tejemos —murmuró—. Cuando mentimos como perros.
Nick se acercó por detrás y le tiró suavemente del pelo.
—¿Hace falta que hable con tu padre o tu madre?
—¡No! —Miley se volvió hacia él, sobresaltada—. No. Ni con mi padre, ni con mi madre —dijo con expresión abatida—. Espero que nunca se enteren de esto.
—¿Es tan difícil simular que eres mi prometida? —preguntó él acariciándole la mejilla.
—No —contestó Miley rápidamente—. Al menos no con la gente que no conozco. Pero quiero ser honesta, especialmente con gente como Lissa Roberts y mi madre y…
—¿Lissa Roberts? —preguntó Nick.
—Sí. Hoy la llevé de compras y al cine, me hizo muchas preguntas sobre nosotros.
—¿La convenciste para que saliera? —preguntó asombrado—. Su madre dice que se niega a salir de casa excepto para ir al médico. ¿Qué has hecho? ¿Embrujarla?
—Creo que elegí el momento adecuado. Lissa empezaba a aburrirse.
—Ya estás otra vez minimizando las cosas.
—¿Minimizando? —Miley arrugó el entrecejo, como si no comprendiera.
—Siempre lo haces —dijo Nick—. Le quitas importancia al efecto que tienes sobre la gente.
—No lo hago.
—Sí lo haces.
—No. Yo…
—¿De verdad quieres discutir con un hombre que se gana la vida discutiendo? —preguntó Nick, tapándole la boca con la mano.
Miley lo miró furiosa y le mordió un dedo. Nick rió con sorpresa y la estrechó entre sus brazos.
—Dios me ayude ¡esta mujer muerde!
—Te lo mereces —barbotó ella.
—Volviendo al tema original —dijo Nick—. No te das cuenta del efecto que tienes sobre la gente. Ten cuidado de no involucrarte emocionalmente con mis clientes.
—Eso es como pedirme que no respire. No puedo imaginarme no involucrarme con alguien que se siente tan herido como Lissa —dijo con pasión y sonrió—. Menos mal que no soy abogada ¿no?
—Sí —murmuró él, pero notó que seguía incómoda por algo—. ¿Qué te preguntó Lissa? —insistió. Miley gruñó y se apartó de él.
—Preguntó por ti y por tu atracción por mí. Después mencionó… —movió la cabeza, poniéndose pálida—. Bebés.
—¿Bebés? —Nick respiró con dificultad y se aclaró la garganta, intentando controlar el tono de su voz.
—Eso mismo dije yo —comentó ella—. Después de tirarme medio helado por encima. Pude soportar lo del anillo, pero hablar de niños es un poco demasiado.
—¿Qué le dijiste? —preguntó él, hirviendo de curiosidad.
—Como no hemos hablado de niños —dijo irónica—, me inventé la respuesta. Le conté que tú querías que acabara la carrera porque es muy importante para mí, y eso hace que sea importante para ti.
—No es ninguna mentira —reflexionó Nick.
—A veces resulta difícil estar comprometida contigo sin estarlo de verdad —suspiró ella.
—Es extraño, pero sé exactamente lo que quieres decir. Tú y yo seríamos mucho más felices si no tuviéramos que estar pendientes del resto del mundo.
—Pero nos comprometimos precisamente por el resto del mundo —le recordó Miley.
—Sí —asintió Nick, pero no podía quitarse de la cabeza la imagen de Miley llevando en su vientre a un hijo suyo. La miró a los ojos y vio cómo serían los ojos del bebé. El corazón le dio un vuelco. Esperó que lo asaltara una sensación de pánico, de rechazo a la idea de tener niños. Esperó, pero la sensación de calidez persistió. Notó un zumbido de añoranza en su interior.
Eso, sí que lo puso nervioso.

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