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viernes, 9 de marzo de 2012

Amor Desesperado: Capitulo 12

—Ha sido un infierno —dijo Nick conduciendo de camino a casa—. No hará falta repetirlo por un tiempo.
—Nunca hubiera sospechado que sufrías —dijo Miley—. Desde mi sitio parecía que lo pasabas bien.
Irritado por cómo lo había afectado el recuerdo de su aroma durante toda la noche, negó con la cabeza. A pesar de su conversación profesional no había dejado de imaginársela desnuda y acogedora. De vez en cuando había oído su risa, deseando estar con ella en vez de con el cliente en potencia.
—Desde mi sitio, se te veía demasiado ocupada con tus admiradores.
—Nada de eso —replicó Miley—. Cuando esos tipos me pidieron el teléfono y les dije que estaba viviendo contigo, desaparecieron como por arte de magia.
—Ya sabía yo que ese vestido causaría problemas. Deberías haberte puesto un saco —comentó él aparcando el coche.
—Yo hubiera elegido algo más largo, más suelto y mucho más barato, pero tu asistente insistió en que era el vestido perfecto.
Él oyó el tono ofendido de su voz, apagó el motor y se volvió hacia ella.
—El problema no es el vestido. Eres tú.
—¿Qué? —parpadeó Miley.
—Eres demasiado sexy espetó con franqueza.
—No es cierto —parpadeó Miley, mirándolo con furia.
—Sí lo es. La forma en que te cae el pelo sobre un ojo es sexy. Tienes el tipo de ojos que suelen denominarse «de dormitorio». Tu boca hace pensar a un hombre en mucho más que en besar. Y, para citar al anfitrión de la fiesta «tu cuerpo pararía todos los relojes de Richmond».
—Estás loco.
—Entonces también estaban locos todos los hombres de esa fiesta —replicó él.
—Estás exagerando —suspiró ella con frustración.
—Eso desearía —rió él con brusquedad—. Si quieres acabar el primer año de facultad sin llamar la atención de los hombres, piensa en vestirte con sacos de patata.
—Quizá lo haga. Quizás me coma un pastel de cerezas todos los días y me afeite la cabeza.
—Buena suerte —dijo él—. Si estudiaras un curso de fealdad todas las noches, suspenderías.
—No quiero ser bonita —replicó ella—. No quiero parar relojes o coleccionar tarjetas de visita de hombres que no conozco. Lo que quiero…
—¿Tarjetas de visita?
—Un par de hombres que conocí en la fiesta me dieron su tarjeta.
—Si no quieres ser bonita ¿qué quieres? —gruñó él.
—Quiero ser lista —dijo, y lo miró insegura, tan vulnerable que le rompía el corazón.
—Eres lista —contestó él.
—No lo entiendes porque tú siempre has sido listo. Incluso cuando eras un crío, eras listo.
Nick volvió a mirar a Miley y recordó a su madre callada y sumisa, a su padre autocrático y al abusón de su hermano. No es que supiera mucho de psicología, pero suponía que no había tenido mucho apoyo. En cambio, para él era como una joya deslumbrante entre un montón de piedras.
El aire del coche se estaba enfriando. Quería sentirla junto a él. Era una locura, pero deseaba verla sonreír.
—¿Sabes una cosa? La inteligencia se contagia.
—¿Ah, sí? —exclamó ella, mirándolo escéptica.
—Sí —asintió acercándose—. Es como la mononucleosis. Como yo soy listo, si me besas te harás más lista.
Los labios de ella temblaron, y luego agachó la cabeza y se echó a reír. Fue como una cascada de agua cristalina.
—Esa es la peor razón, con diferencia, que me han dado para besar a alguien.
—Nunca lo sabrás si no lo pruebas —insistió él, pasando la mano por detrás de su cuello.
—¿Podrías demostrarlo ante un tribunal? —dijo ella con ojos burlones e incrédulos.
—Has dicho que soy listo, así que llevo la razón —rió él.
Sin darle otra oportunidad para rechazarlo, la besó. Sus labios, carnosos y sensuales, sabían a champán. El aroma de aceite perfumado lo embriagó por completo. Siguió besándola hasta que ella respondió. Besar a Miley era un problema, hacía que deseara mucho más.
Quería sentirla desnuda junto a él. Quería deslizar sus manos por sus senos, entre sus sedosos muslos, hacer que se sintiera húmeda y excitada. Deseaba las manos de ella sobre la piel, sentir esa seductora boca recorriéndole el cuerpo.
Miley se apartó y respiró profundamente, los ojos oscuros de excitación.
—Siento muchas cosas —susurró— pero no me siento más lista.

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