Cuando se vio libre de
sus ocupaciones, Miley estaba agotada, acalorada y sudorosa, y sorprendió a Nick
observando con atención una caja de medallones.
El podía haberse sentido
torpe y temeroso en la tienda, pero el almacén era otra cosa. Miley dudaba de que
él tuviera por costumbre holgazanear un día laborable, pero en ese momento no
parecía tener ninguna prisa. Su mirada estaba llena de curiosidad e interés, un
interés masculino, y no precisamente por los medallones. Sus ojos no se
despegaron de la joven mientras se incorporaba con lentitud.
—¿Siempre estás tan
ocupada?
—Ojalá fuera así
—suspiró Miley—. Este verano ha sido el mejor que he tenido. Todo el mundo está
interesado en decorar su casa este año y, gracias a Dios, está de moda lo
antiguo.
—¿Te va bien en el
negocio?
—He logrado convencer a
mi banco de que así es. Durante los últimos tres años han aceptado, con cierta
renuencia, que soy una persona solvente.
Nick sonrió.
—Es mucha
responsabilidad para una sola persona.
Miley movió la cabeza de
un lado a otro.
—En realidad no. Tengo
suficientes ayudantes. Selena es mi brazo derecho y tengo dos personas que
trabajan media jornada. Ed trabaja en el almacén y cuento con él para todo. La
mayor parte del tiempo no tengo otra cosa que hacer más que holgazanear en mi oficina.
— Miley.
—¿Sí?
Los ojos de Nick se
posaron en los de ella mientras se tomaba un vaso de limonada.
—¿Podrías tranquilizarte
un poco? No voy a morderte.
Miley no recordaba con
exactitud en qué momento habían entrado en su oficina o cuándo se había servido
él la limonada. El caso era que antes estaban hablando de trabajo y de repente
él estaba instalado y cómodo, con un vaso de limonada en la mano, en la única
silla libre de su oficina.
Era evidente que Selena había desconectado el teléfono de Miley; sólo su ayudante habría tenido agallas
para hacerlo. No era la primera vez que Selena intentaba hacer las veces de
cupido.
Miley estaba sofocada. El
aire acondicionado de su oficina nunca funcionaba bien, sobre todo cuando más
falta hacía. En el cuarto hacía demasiado calor y Nick se encontraba demasiado
cerca. Estaba segura de que él no había ido allí para hablar de antigüedades.
—Nick... —Miley envolvió
el vaso de limonada con una servilleta y lo dejó en su escritorio—. Si estás
aquí para hablar de lo de la otra noche...
Nick cruzó con desenfado
las piernas.
—No recuerdo nada sobre
la otra noche que pueda hacer que estemos nerviosos... o inquietos. ¿Tú sí?
—No. No, en absoluto.
Bien, ¿entonces de verdad has venido a hablar de tus hijas?
Nick esperó un momento,
y miró a su interlocutora después de darle otro sorbo a su limonada. Por fin,
dijo:
—Conocí a ese tal Johnny
hace dos días; creo que lo he espantado con mi falta de delicadeza. Desde
entonces Noel me ha dicho varias veces que no me volverá a hablar el resto de su
vida.
—Pobre Nick —sonrió Miley.
—Una de las veces en las
que "no me hablaba", nos pusimos a discutir sobre el amor en los años
noventa —Nick se rascó la barbilla—. Algo de lo que yo no sé absolutamente
nada, según ella. Parece que los chicos ya no tienen por costumbre cortejar a
las jóvenes, ¿verdad?
—Si me lo estás
preguntando, me temo que hace mucho que dejé de ser experta en la materia.
—Pensé que serías la
persona indicada para hablar del asunto.
—No estoy diciendo que
no podamos hablar de ello.
—Bien —Nick vio cómo
movía nerviosamente el cordón del teléfono—. ¿Necesitas ayuda con eso?
—No, no —soltó el cordón
como si le quemara los dedos, tomó su limonada y sonrió—. Sigue hablándome
sobre Noel.
—Mi problema es
complicado. Verás... cuando comencé a cortejar a las chicas en los años
setenta, estaba de moda la libertad sexual —Nick se aclaró la garganta—. Ahora
es evidente que ha dejado de estarlo. Noel tiene decidido permanecer virgen
hasta que se case. La he interpretado mal y sin duda estará ofendida toda su
vida. Yo creí que estaba siendo realista y comprensivo. No tenía ni idea de que
las muchachas estaban dispuestas hoy día a renunciar a su deseo sexual.
Miró a Miley con sus
preciosos ojos chocolate. Miley tenía ganas de pegarle. Tres noches antes, Nick había
dejado bien claro que el sexo era un tema que podía tratar con toda
naturalidad. Ella no podía objetar nada al respecto. En teoría, dos adultos
maduros podían hablar de cualquier cosa, pero no era así en el caso de Miley. El
estaba tocando un tema muy íntimo, que no tenía nada que ver con la hija de su
vecino. Y ella tenía la sensación de que él lo sabía.
—Mi hija me dio una
conferencia sobre Sida... y condones —otra vez Nick se aclaró la garganta—.
Tengo que admitir que no estaba preparado para tener una charla con mi hija de
quince años sobre anticonceptivos y todo eso.
—Nick.....
—Ella sabe más que yo.
Tengo treinta y seis años. ¿No te parece humillante?
Miley no pudo contener la
risa. El sonido pareció cautivar a su interlocutor, ya que clavó su mirada en
los labios de la joven un instante que pareció interminable. Cuando sus miradas
se encontraron, Miley sintió que el pulso se le aceleraba y luego Nick prosiguió,
con voz lenta, suave.
—Llevo años sin salir
con una mujer, Miley... algo que no tardó en recordarme mi hija. ¿Cómo puedo
fijar las reglas para ella cuando ignoro la menor idea de cómo cortejar,
seducir o siquiera hablar con una mujer según las normas de los noventa? Noel
piensa que necesito que me enseñen.
—Nick...
—Creo que necesito mucho
más que eso. Incluso hace años, cuando era joven, nunca fui muy hábil en el
amor, nunca sabía decir lo apropiado en el momento justo. Hubo una época en la
que me las arreglaba para darle a entender a una mujer que estaba interesado en
ella, pero con el tiempo se atrofian todas las facultades que no se practican
—le dirigió una sonrisa candida a su interlocutora—. Por supuesto, si
encontrara a una mujer comprensiva con mucha paciencia dispuesta a aconsejarme...
Miley sintió que tenía un
nudo en la garganta.
—Por supuesto, estamos
hablando de aconsejarte sobre Noel.
Nick levantó las cejas.
—¿De qué otra cosa
podíamos haber estado hablando? —agarró su casco y se puso de pie—. Y sólo
tener la oportunidad de comentarlo... me ha ayudado. Más de lo que puedes
suponer.
Ella no había
hecho nada para ayudarlo y él lo sabía, y ella sabía que él lo sabía. Queriendo
deshacerse de ese complicado razonamiento, Miley se puso de pie.
—¿Tienes que volver al
trabajo?
—Sí, y además, ya te he
quitado mucho tiempo.
Nick sonrió. Luego
inclinó la cabeza y Miley no tuvo tiempo de apartarse; simplemente no se le
ocurrió que iba a besarla hasta que lo hizo. Los labios de Nick apenas rozaron
los de ella.
Luego Nick puso la mano
en el picaporte de la puerta.
—Pensé que los dos
estaríamos más tranquilos sabiendo que lo de la otra noche no tuvo importancia
—murmuró—. No tenemos por qué estar nerviosos o inquietos, ¿verdad, Miley?
—No.
—Bien —Nick sonrió, se
puso el casco y cerró la puerta al salir.
Miley se dejó caer en su
silla y se pasó las manos por el pelo, sin importarle que se estuviera
despeinando. ¡Ese hombre! O su imaginación le estaba jugando una mala pasada o Nick Larson era uno de los hombres más perspicaces que ella había conocido.
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BUENO HASTA ACA POR HOY, ME VOY A SEGUIR ESTUDIANDO Y A DORMIR, NO DOY MAS! la profesora de gim hoy nos mato u.u me duele todo, y eso que estoy acostumbrada a hacer deportes u.u bueno en fin, voy a estudiar en la cama cosa que si me agarra sueño no estudio mas JAJJSJJAJ byeeee ♥
gfjgrjhjvrjdkfjkh me encanto, hahha siguela no la puedes dejar ahi =)
ResponderEliminarmeee encanto seguilaa
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