Nick no la dejó salir de la cama hasta el mediodía
siguiente. Por enésima vez, su mano le rodeó la cintura cuando intentaba
escaparse de la cama.
Lánguida
tras una intensa noche de amor, Miley se dejó caer en la cama riendo.
—¡Comida!
¡Agua! —gritó—. ¡Baño!
—Aún no
estoy listo para liberarte —sonrió él malicioso, atrayéndola hacia sí.
—Entonces
me moriré de sed por tu culpa y no volverán a nombrarte Soltero del Año.
—Así no
conseguirás nada —dijo, moviendo la cabeza y jugueteando con un mechón de su pelo. Ella
hizo un mohín sensual y bajó los párpados.
—Quizás
así lo consiga —dijo, dándole un pellizco.
Él dio
un brinco y puso mala cara.
Aprovechándose
del momento, Miley saltó de la cama y corrió hacia el baño.
La
puerta se cerró de golpe justo cuando llegaba. Miley vio la enorme mano de Nick en la
puerta y sintió como rodeaba su cintura con la otra. Suspiró y sollozó
teatralmente.
—Necesito
vestirme. Necesito…
—No, de
eso nada.
—Quiero
comida —protestó, apoyándose contra la puerta.
—Menuda
mujer más exigente —Nick la miró de arriba abajo y asintió—. De
acuerdo. Llena el Jacuzzi. Te traeré comida y bebida —la besó en la
frente—. Me gusta verte en mi cama.
—Ya, o
sea que si me pudieras meter en la lavadora ¿sería casi tan buena como un
edredón?
—Casi
—sonrió Nick y comenzó a bajar—. El jacuzzi se parece bastante a una lavadora.
Miley dejó escapar un quejido y volvió al dormitorio. El hombre la sacaba de quicio.
Un segundo la tenía hechizada y al siguiente tenía ganas de darle un buen azote
en el trasero.
Bebió
un vaso de agua con ansia, se miró en el espejo y se tragó un aullido.
—Santo
cielo —murmuró, pasándose los dedos por el pelo alborotado. Tenía los ojos
inyectados en sangre, los labios hinchados por sus besos, la piel irritada por
su barba. Cerró los ojos, deseando que su imagen desapareciera. Volvió a
abrirlos, nada había cambiado.
—Parezco
una fulana —dijo y, en voz baja, añadió—. O una mujer resacosa de amor.
La
palabra «amor» resonó en su interior como el timbre de un despertador.
—No amo
a Nick —dijo, y se apartó del espejo, que reflejaba lo contrario.
Se lavó
la cara y abrió los grifos de la bañera a toda potencia, para ahogar la cantinela
infantil que resonaba en su cabeza «Embustera,
embustera, el diablo se la lleva».
Había
un millón de razones para no amar a Nick. Decidió recordárselas mientras
la bañera se llenaba. «Uno: él no la quería. Dos: su personalidad era tan
fuerte que la sepultaría. Tres: no la quería. Cuatro: no era la persona
adecuada para él. Cinco: no la quería…»
Siguió
con la lista y se metió en la bañera. Iba por el número veinte cuando Nick apareció
con una bandeja de pastas, fruta y zumo de naranja.
—Una
sirena en mi bañera —dijo Nick, dejando la bandeja—. Algunos tipos nacemos
con estrella.
Su
corazón se derritió, junto con las veinte razones por las
que no debía amarlo. Miley sabía la pinta que tenía. Sonrió amablemente.
—No
llevas puestas las lentillas, ¿verdad?
Él
emitió un sonido sexual, mezcla de risa y rugido, apoyó la mano en su cabeza y
la empujó bajo el agua.
Miley sacó la cabeza farfullando indignada, se apartó el pelo empapado de la cara y
lo miró con furia.
—Realmente
sabes cómo estropear un buen momento.
—Déjame
que intente arreglarlo —dijo él, llevando los vasos de zumo a la bañera y
sentándose junto a ella.
Miley aceptó el vaso, bebió varios sorbos e inhaló profundamente cuando la rodeó con
su brazo.
—Está
muy bueno —concedió—. Muy bueno.
Él
acerco una pasta a sus labios. Miley dudó.
—Vamos —urgió él—. No quiero que te desmayes de hambre. Tengo otros planes para ti.
Ella
sintió un escalofrío de expectación. Incapaz de apartar la mirada, lo observó
mientras mordisqueaba la pasta. Él le acercó el vaso a los labios. Con cada
bocado, con cada sorbo, con cada latido, notaba que se sumergía más y más en
él.
—No
seas demasiado agradable conmigo, Nick —advirtió—. Podría
acostumbrarme.
—No
estaría tan mal ¿no? —acercó la boca y mordisqueó sus labios—. Me gusta tenerte
por aquí. Haces que mi casa sonría.
—Preferiría
hacerte sonreír a ti —tragó saliva, se le había escapado la verdad con tanta
facilidad como el agua salía del grifo.
—Ya lo
haces —dijo él, levantándole la barbilla para que lo mirara a los ojos—. Me
hacías sonreír cuando eras una niña con las rodillas despellejadas y el
flequillo lleno de trasquilones.
—Sigo
siendo una nulidad chasqueando los dedos —replicó ella, intentando librarse de
la opresión que sentía en el pecho.
—Deberías
quedarte más de treinta días —dijo él—. Dame un poco de tiempo y te enseñaré.
—¿Cómo
lo harías?
—Sistema
de recompensas. Tú chasqueas los dedos —dijo con voz grave, deslizó un dedo por
su pecho— y yo iré corriendo.
«Deja
de hacer que te quiera», pensó ella, notando que todas sus defensas y excusas
se le escapaban sin que pudiera evitarlo.
—Más te
valdría tener cuidado con lo que ofreces. Chasquear los dedos y tener un
Comando Guerrero a mi servicio es sumamente tentador.
Nick le quitó el vaso, lo depositó en la bandeja y
volvió a su lado. Tomó una de sus manos y comenzó a chupar un dedo.
—¿Qué
haces? —preguntó ella tras emitir un leve gemido.
—Tentar
a una sirena —contestó él—. ¿Funciona?
—Demasiado
bien —contestó ella. Él no tenía ni idea de cómo de bien.
—Practica
—ordenó Nick.
—¿Practica?
—Miley parpadeó confusa.
—Chasquea
los dedos. Iré corriendo.
Miley lo intentó sin ningún entusiasmo. Nick la besó y ella se dejó llevar.
Se dejó llevar por el amor. Por mucho que luchara, amaba a
Nick. Lo amaba por
sus virtudes y por sus defectos. La fuerza y profundidad del amor que sentía la
asustaban.
Podría
pasarse la vida entera intentado hacerlo feliz. Podría dedicar toda una vida a
romper sus defensas y a conquistarlo para sí. Una docena de protestas clamaron
en su mente. Miley tenía miedo. Nunca había amado así, y sospechaba que no
volvería a hacerlo. Lo besó por todas esas noches que no compartirían. Lo
acarició por todas las sonrisas que no vería, todas las risas que no
escucharía.
Lamió
su pecho y sintió el galope de su corazón contra la mejilla.
—Mi
turno de preguntas —gimió él, cuando ella deslizó las manos bajo el agua hacia
su entrepierna—. ¿Qué haces? —preguntó, como si hubiera percibido su cambio de
actitud, su abandono.
—Me
rindo a la tentación —contestó ella, obligándolo a salir del agua y sentarse en
el borde alfombrado de la bañera. Después inclinó la boca hacia su sexo, y le
hizo el amor como si no existiera el mañana; Miley sabía que vivía de tiempo
prestado.
ahhhh me encantoo sube sube mas hahaha si soy cruel hahaha vengate peor mo conmigo ehh gag hahaha
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