A la noche siguiente, Miley jugó voleibol
con su equipo. Aquella era una de sus aficiones favoritas, pero había estado
tan inmersa en su nuevo trabajo de niñera que al principio le costó bastante
concentrarse. Su viejo amigo y compañero de equipo, Liam, había bromeado
con ella hasta hacerla salir de su ensimismamiento. Después del partido y tras
una corta ducha en el gimnasio, se reunió con sus compañeros para tomar una
cerveza en el bar de al lado. Pero seguía teniendo la mente en Molly y en
Nicholas: se imaginaba a la niña llorando a moco tendido, con la cara roja, y a
su padre desanimado y desesperado, así que Miley se marchó pronto.
Cuando atravesó la grandiosa puerta de madera
de la entrada, aguzó el oído para escuchar algún sollozo. En su lugar, oyó la
voz de barítono de Nicholas saliendo de la cocina. Miley avanzó en silencio por
el pasillo y escuchó que sus palabras iban acompañadas por balbuceos alegres
que surgían de la boca de Molly. ¿Alegres? Miley ahogó una exclamación de
sorpresa y se quedó en la puerta de la cocina.
-¿Te gusta el helado Baronessa de fresa? -dijo
Nicholas-. Tienes un gusto excelente. ¿Quieres que te cuente su historia?
Molly emitió un balbuceo inteligible, pero, de
nuevo, era un sonido alegre.
-Sabía que te interesaría. Tu bisabuelo Marco
llego a América desde Italia y se enamoró de una chica llamada Angélica, que
hacía postres de helado. Se fugaron para casarse en secreto el día de San
Valentín, y más tarde abrieron una gelateria, que es como se dice heladería en
italiano. ¿Eres capaz de decir gelateria?
Le siguió otro balbuceo inteligible, y Miley sonrió con arrobo ante la ridícula pregunta de Nicholas.
-No importa -continuó él-. Estoy seguro de que
mi padre se encargará de que aprendas algo de italiano. Pero volvamos a la
historia. Marco llamó a la heladería «Baronessa» porque su apellido, nuestro
apellido, significa «barón». La heladería se hizo muy popular entre la gente.
Fue todo un éxito. Los años pasaron, y mi padre, Paul, que es Master en
Económicas por la universidad de Harvard, expandió el negocio a nivel
nacional. Y ahora, los helados Baronessa pueden encontrarse en las tiendas de
gourmet de todo el mundo... y también por todo tu cuerpo, pequeña -aseguró
tras una breve pausa-. Me temo que vas a necesitar otro baño, y algo me dice
que no va a ser una medida tan popular como el helado de fresa.
-Parece que por aquí han estado de
fiesta... -dijo Miley asomando la cabeza.
Nicholas escuchó a Molly proferir unos
grititos de alegría y sintió una oleada de alivio ante la presencia de
Miley.
Ella se acercó hasta la niña con una sonrisa, tomó una servilleta y comenzó a
limpiarle la carita.
-Ten cuidado -advirtió Nicholas cuando Miley sacó a la niña de la trona-. Tiene el pijama lleno de helado, y puede
mancharte.
-No me importa -respondió ella encogiéndose
de hombros-. No soy demasiado remilgada.
Y no lo era. Nicholas no estaba
acostumbrado a mujeres poco remilgadas. Siguió a Miley por las escaleras con la
vista clavada en la curva que los pantalones vaqueros le hacían en el trasero.
Recordó la visión de su cuerpo semidesnudo en el baño, y se imaginó aquella
figura tan atlética desnuda. Tenía la sospecha de que
Miley tendría una
musculatura suave y bien formada, con unas piernas capaces de enredarse sin
problemas alrededor de la cintura de un hombre...
Nicholas contuvo un gemido. Por el amor de
Dios, aquella era la niñera de su hija. Y ni siquiera era su tipo: era muy
distinta a las mujeres impecablemente peinadas con las que solía salir.
Miley tenía un pelo salvaje, al que no podía
dominar ni cuando se lo peinaba hacia atrás. La imagen prohibida de una Miley desnuda con el cabello rojo flotando al viento y en el rostro una expresión de
éxtasis se apoderó de su mente.
Nicholas frunció el ceño y contuvo otro suspiro.
Tal vez hacía demasiado tiempo que no se llevaba a una mujer a la cama. Seguía
asistiendo a los actos públicos con damas hermosas, pero había estado demasiado
concentrado en el hecho de haberse convertido en padre como para ocuparse de
sus necesidades sexuales.
Nicholas trató de apartar aquellos turbadores
pensamientos de su mente mientras se reunía con Miley en el baño de la niña. Miley abrió el grifo y la bañera comenzó a llenarse.
-¿Qué tal el partido?
-Muy bien, gracias por preguntar. Por supuesto,
hemos ganado -aseguró ella con un brillo de competitividad en la mirada-.
Llevamos tres años sin sufrir una derrota. Es un equipo mixto, y los chicos no
dudan en azuzar a las mujeres cuando no somos los suficientemente agresivas.
-¿No es ninguno de esos chicos especial para
ti?
-Todo son especiales —aseguró Miley mientras
comenzaba a desnudar a Molly—. Pero para ellos yo soy como uno más.
-No pueden estar tan ciegos -dijo él.
-Gracias, eres muy amable -respondió Miley girándose para sonreírle mientras metía a la niña en el agua tras comprobar la
temperatura-.Y hablando de personas especiales, ¿qué me dices de ti?
-Molly es la única chica especial en mí presente
y en mi futuro -afirmó Nicholas con un deje de amargura al recordar a la madre
de su hija-. Estoy decidido a mantener solo relaciones a corto plazo con las
mujeres.
-Ya, seguro -respondió Miley con una mueca de
desconfianza mientras le frotaba la barriguita a Molly.
-Qué pasa, ¿no me crees? -preguntó Nicholas,
claramente ofendido por su reacción-. Siempre soy muy claro con las mujeres
respecto a mis intenciones. No les queda ni la menor duda.
-Tal vez no, pero les queda la esperanza
-afirmó Miley pasándole la esponja a la niña por el resto del cuerpo.
-¿La esperanza de qué?
-De que te enamores locamente de ellas -contestó Miley, como si fuera la respuesta más obvia del mundo.
-Nunca volveré a enamorarme locamente de nadie
-aseguró él con una mueca cínica-. Los finales felices no existen.
Miley frunció el ceño como si no estuviera de
acuerdo con él pero tuviera que morderse la lengua. Nicholas sospechó que le
costaría mucho trabajo hacerlo cuando tenía una opinión formada respecto a
algo. Miley sacó a Molly de la bañera y la envolvió en una toalla. Con un movimiento
rápido, se la puso a su padre entre los brazos.
-No sé qué decirte -aseguró Miley señalando con
un gesto a la niña-. Pero me parece que esta vez has ganado la partida.
Nicholas miró en los ojos inocentes de su hija
y sintió que el corazón se le agrandaba con un sentimiento de protección y
amor.
-Supongo que sí -dijo sonriendo a Molly.
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