La
noche siguiente, Nick y Miley se vistieron para asistir a una
fiesta de Navidad en casa de Anna Vincent. Como si ambos fueran conscientes
de que se les acababa el tiempo, habían pasado todo el día en casa,
escondiéndose del exterior y disfrutando de su intimidad. Charlaron y
bromearon, y minuto a minuto Miley se sentía más vulnerable a las atenciones
de Nick.
Nick la esperaba al final de la escalera. La
recorrió apreciativamente con los ojos.
—Estás
preciosa, pero se nota que no quieres ir.
—Se
suponía que no te ibas a dar cuenta —consiguió bromear Miley, nerviosa.
—¿De
que estás preciosa? —preguntó él intrigado.
—No
—Miley puso los ojos en blanco—. De que no me apetece ir. Se suponía que mi
belleza iba a apabullarte de tal modo que no te fijarías en nada más. Pero
nooooo, claro, el señor tenía que utilizar sus súper-poderes de Comando Guerrero
y adivinarme el pensamiento.
—Súper-poderes
—rió él secamente—. Más bien años de experiencia tomando declaraciones y
aprendiendo a leer un rostro. No hace falta que vayamos —dijo.
La
intensa pasión de su mirada hizo que se sintiera mareada y respiró cuidadosamente.
—Sí
tenemos que ir, o Anna Vincent te repudiará como vecino. Hoy ha llamado tres
veces para asegurarse de que vamos.
—No nos
quedaremos mucho tiempo —rezongó Nick, acariciándole la barbilla.
La
promesa que encerraba su voz recorrió el cuerpo de Miley como un latigazo.
Sería demasiado fácil acostumbrarse a estar con él, a sentir que le pertenecía.
Aprendería rápidamente a esperar sus continuas atenciones.
Sería
un gran error, pensó, agarrándose a su brazo para ir a casa de Anna. La
entrada estaba llena de coches y la casa iluminada con luces navideñas.
—Parece
que Anna tiene la casa a tope —dijo Miley. Nick pulsó el timbre.
—Así
será más fácil escaparnos temprano —dijo Nick, besándola el cuello.
Anna abrió la puerta y sonrió alegremente. Se volvió
con presteza.
—Son Nick y Miley —les gritó a los invitados.
—¡Sorpresa!
—gritaron multitud de voces.
Inmediatamente
siguió un coro de felicitaciones y enhorabuenas.
Miley tardó unos instantes en comprender la situación. Se le cayó el alma a los pies.
—Aymamamía
—musitó, juntando las palabras—. Una fiesta sorpresa por nuestro compromiso.
—Besa a
la novia, Nick. Estás bajo el muérdago —dijo Anna—. Después
podemos empezar con los brindis y los regalos.
Miley y Nick levantaron los ojos y vieron que, efectivamente, estaban bajo el
muérdago navideño que exigía un beso. Miley sintió que se sumergía en un mundo
irreal. No podía estar allí, en su fiesta de compromiso, cuando no estaba
comprometida de verdad. Toda esa gente no podía estar esperando que Nick la
besara. En cualquier momento, alguien chasquearía los dedos y todo
desaparecería.
—Lo
siento —farfulló Nick, tomándola en sus brazos.
Nick la
miró a los ojos y ella vio su mirada de determinación. Él inclinó la cabeza y
comenzó a besarla. Miley comprendió que se enfrentaba a la mayor actuación de
su vida. Se preguntó si conseguiría soportarlo.
Nick se demoró en sus labios, como si quisiera
ofrecerle consuelo y apoyo. Cuando apartó la cabeza, entrelazó los dedos con los suyos y apretó con firmeza.
—Anna, ¿cómo has conseguido mantenerlo en secreto?
—preguntó Nick.
—Hice
que todo el mundo jurara silencio —explicó, claramente orgullosa de su éxito.
Empujó a Nick y a Miley hacia el centro de la sala, profusamente decorada con
adornos navideños—. La mayoría de los invitados son del barrio, pero también
hay algunas personas de tu oficina —dijo, señalando hacia Helen
y su acompañante, y
a Bob y Karen, que se acercaban.
—¡Enhorabuena
otra vez! —dijo Helen, abrazándolos cariñosamente.
—Seguimos
especulando sobre la fecha —pinchó Karen, la mujer del jefe de Nick.
—Ni
siquiera vamos a pensar en fechas hasta después de navidades —dijo Miley,
totalmente rígida—. Simplemente somos muy felices por haber vuelto a
encontrarnos —añadió, comprendiendo que lo decía de todo corazón.
—Es
verdad. No tenemos prisa —corroboró Nick, rodeando su cintura con el brazo
y atrayéndola hacia sí.
Miley lo miró a los ojos y se sintió tan unida a él que se tranquilizó. Durante la
hora siguiente Nick no se apartó de ella un
instante, agarrándola de la mano o rodeando su cintura con un brazo. Miley intentaba recordarse a sí
misma que todo era teatro, pero su cuerpo y su corazón ansiaban creer que era
algo más. Simular que Nick y ella estaba verdaderamente enamorados e
iban a compartir sus vidas para siempre, cada vez le parecía más real y menos
teatro.
El
champán y los brindis fluían libremente, mientras la asaltaban mil preguntas.
¿Cómo sería si Nick y ella estuvieran realmente comprometidos?
¿Cómo se sentiría si él la amara con todo su corazón? ¿Y si ella lo amaba de
verdad?
La euforia
recorrió sus venas, haciendo que fuera mucho más fácil continuar con el juego. Miley decidió no luchar. Cuando Anna apareció con un montón de
regalos, Nick y ella se separaron un momento para dejarle paso. Miley oyó a unos
invitados cuchicheando al otro lado del árbol de Navidad.
—No se
parece nada a las mujeres con las que suele salir —dijo una mujer—. Siempre
pensé que Nick se casaría con una abogada. Así su mujer podría seguir sus casos.
Miley frunció el ceño.
—Yo
siempre creí que haría falta una auténtica lumbrera para cazarlo —dijo otra—.
¿Sabías que ella no ha empezado la universidad hasta este año?
—¿En
serio? —preguntó la primera—. No es en absoluto el tipo de mujer que suele
gustarle.
—Quizá
por eso se enamoró de ella —repuso la otra—. Es distinta.
—Me
pregunto si durará.
¡No durará! quiso gritar Miley, aunque se
le rompía el corazón al pensarlo. Todo se acabaría en menos de diez días. Nick volvería
a ser el Soltero del Año. Miley lucharía para licenciarse y cada uno se iría
por su lado.
La
realidad se le clavó como un cuchillo. Todo era una farsa, pensó desesperada.
Tenían que salir de allí.
—Hora
de abrir los regalos —dijo Anna, y Miley rezó por poder
disimular su tristeza.
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ahhhhhh me encantoooooo me encntoo los leii desde la iglesia lo que me haces hacer ehh en verdad haha y me fasinanron estaan geneal ahhh tienes que seguir
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