Nicholas
se dirigió a su dormitorio y se desató el nudo de al corbata. Un misterio
menos. Si Miley iba vestida de deporte, probablemente significaba que había ido
al gimnasio. Nicholas se preguntó si habría llamado a alguno de sus amigos
para que se encontraran con ella allí. A lo mejor había quedado con Liam.
La idea le provocó una punzada en el estómago.
Miley llevaba un par de días muy callada. Él se había dado cuenta, pero cuando había
intentado sacarle la razón, ella se las había ingeniado para desviar su
atención con alguna sugerencia erótica.
Nicholas
se cambió a toda prisa de ropa y salió hacia el gimnasio, que estaba un par de
manzanas más abajo. Miró en las canchas de tenis y escudriñó los rostros de
los jugadores de voleibol que estaban terminando un partido. Luego miró en
todas las salas, y finalmente divisó una figura solitaria metiendo canastas en
la pista de baloncesto.
Su pelo
rojo, recogido en una coleta, se balanceaba mientras ella corría y saltaba,
recogiendo los rebotes. Hubo un momento en que la pelota salió de la pista y
Nicholas se levantó impulsivamente a recogerla. Miley se dio la vuelta, con los
ojos abiertos de par en par por la sorpresa.
-Tu rostro
se sonroja igual cuando hacemos el amor -dijo él mirándola
fijamente mientras le devolvía la pelota-. ¿Por qué te has marchado sin decirme
nada?
-Estabas
muy ocupado con Corinne -respondió Miley desviando la mirada.
-Lo
menos que podías haber hecho era rescatarme.
-He
visto a Corinne. No se me ocurrió pensar que estuvieras sufriendo -respondió
ella con acidez.
-No se
ríe como tú.
-¿Y qué
importancia tiene eso? -se interesó Miley volviendo a mirarlo a los ojos.
-Mucha.
¿Sabes que hacerte reír es para mí casi tan apasionante como hacerte llegar al
climax?
Miley parpadeó, incapaz de decir nada durante un instante. Luego tragó saliva.
-Yo
nunca seré como ella, por mucho que me empeñara.
-Y no
quiero que lo seas -aseguró Nicholas frunciendo el ceño.
-Me parece
que no lo entiendes. Yo nunca seré así de hermosa, así de pulcra y sofisticada.
-La que
no lo entiendes eres tú. Corinne nunca será como tú, aunque lo intente.
-No
creo que a Corinne le interese nada de lo que yo tengo -aseguró Miley con una
mueca.
-¿Y qué
me dices de mí? -preguntó Nicholas.
-Yo no
te tengo -aseguró ella mirándolo fijamente.
-Me
tienes deseando estar contigo esta noche -respondió él acercándose un poco más.
Nicholas
observó el cúmulo de emociones que se reflejaron en los ojos de Miley antes de
que ella los cerrara con fuerza.
-¿Por
qué te has marchado? -le preguntó entonces estrechándola entre sus brazos.
-Para
que no oyeras mis lamentos —susurró ella bajando la vista.
-No
puedo creer que Corinne te inspire algo así -respondió Nicholas con una mueca-.
Es totalmente inofensiva.
-Me
dijo que tiene planeado reavivar su relación, y que probablemente yo la
viera más a menudo -dijo Miley torciendo la boca.
-Está
soñando -aseguró él negando con la cabeza, sorprendido ante los planes de Corinne-.
No tengo ningún...
Nicholas
se detuvo. Se estaba impacientando. El tiempo que compartía con Miley se había
convertido para él en una isla alejada de la locura. Y no consentiría ninguna
intrusión en ella.
-¿Por
qué estamos hablando de Corinne, cuando deberíamos regresar juntos a casa?
-¿No te
motiva la cancha de baloncesto? -preguntó Miley con un brillo insinuante en la
mirada.
-El
sitio es lo de menos. Pero creo que estaremos más cómodos en mi cama.
-¿Tu
cama? -preguntó ella abriendo mucho los ojos-. Siempre vienes tú a mi
habitación...
-¿Te
supone algún problema venir a mi cuarto? -insistió Nicholas dejándose llevar
por un primitivo instinto de posesión.
-Déjame
recoger mi sudadera -respondió ella con los ojos brillantes por la emoción.
Horas
más tarde, después de que Nicholas le hubiera hecho el amor una y otra vez, Miley permanecía tumbada en su cama, deleitándose en cada sensación, desde el
contacto sedoso de las sábanas de algodón egipcio hasta el placer de notar su
cuerpo apretado junto al suyo.
La
mente de Miley discurría muy deprisa, y se permitió a sí misma vagar por los
pensamientos que normalmente mantenía bien ocultos en su interior. ¿Qué
ocurriría si se acostara cada noche a su lado? ¿Qué ocurriría si Nicholas
fuera su compañero? ¿Qué ocurriría si
fuera su marido?
El corazón de Miley dio un vuelco ante aquella
ocurrencia, y clavó la vista en su rostro dormido, temiendo que aquel
pensamiento prohibido tuviera la fuerza de despertarlo. ¿Qué ocurriría si ella
tuviera derecho a saludarlo con un beso todas las mañanas, hacer el amor con
él cada noche y acariciarle la frente cuando estuviera preocupado por los
negocios de los Barone? ¿Qué ocurriría si ella fuera en verdad la mujer de su
vida, y él su hombre?
Las
imágenes que se le cruzaron por la cabeza eran tan dulces que Miley sintió ganas
de llorar. ¿Sería aquello lo que había estado buscando toda su vida, pero que
nunca se había atrevido casi ni a desear?
Miley cerró los ojos. Necesitaba tranquilizarse.
A
Nicholas no le gustaría en absoluto la dirección que estaban tomando sus
pensamientos.
Exhaló
un profundo suspiro y supo lo que tenía que hacer. Él siempre se marchaba en
medio de la noche. Y aunque cada fibra de su cuerpo se rebelara contra ello, Miley sabía que ella tenía que actuar del mismo modo.
Abrió
los ojos y depositó sobre la frente de Nicholas el más delicado de los besos.
Luego se mordió el labio inferior, y, con sumo cuidado, se deslizó fuera de la
cama de Nicholas y se marchó a su dormitorio.
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wow porfa siguelaaaaaaaaaaaaaa
ResponderEliminarme encantoooo..
aaawww me encanto tan tierna :3'
ResponderEliminarsupermega siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!