Nicholas
mordió el cubito de hielo que tenía entre los dientes mientras observaba al
médico que estaba al lado de Miley. Aquel hombre parecía incapaz de mantener las
manos apartadas de ella. Nicholas no podía culparlo, pero aun así sintió el
deseo siciliano de romperle un dedo cuando vio cómo la agarraba de la cintura
con ese dedo y los otros cuatro.
En
medio de un mar de vestidos negros, Miley llevaba puesto un traje de color crema
que se ajustaba grácil mente a sus curvas. Parecía un helado de vainilla
coronado con salsa de caramelo, y Nicholas quería ser el hombre que se lo tomara.
Su
familia y amigos reían alegremente en la casa de sus padres en Beacon Hill,
pero Nicholas no estaba de humor para hablar con nadie.
-No
parece que lo estés pasando muy bien -le dijo su hermana Rita mientras se
colocaba a su lado en la barra-. ¿Por qué no has traído a Corinne?
Nicholas
se encogió de hombros.
-¿Ya le
has hecho morder también el polvo? -bromeó su hermana-. Para ser un hombre capaz
de convertir en oro todo lo que toca en los negocios, no pareces tener
suerte con el amor... y sin embargo, eres bueno eligiendo a tus empleados
-aseguró señalando a Miley con la cabeza-. Tu niñera es encantadora.
-Y
hablando de vida amorosa, ¿cómo es que no he oído todavía que te hayas liado
con ningún médico?
-Porque
trabajo con ellos, y los conozco bien -aseguró ella poniendo los ojos en
blanco-. Hay algunos estupendos, pero muchos de ellos son unos egoístas y unos
engreídos.
Nicholas
miró de reojo hacia donde estaban Miley y su amigo y sintió por primera vez en
toda la velada una punzada de alegría.
-¿De
veras? ¿Sabías que Miley ha venido con un médico?
-¿Ah,
sí? Seguro que lo llaman enseguida para una emergencia.
Las
palabras de Rita resultaron ser proféticas. Menos de cinco minutos más tarde,
Nicholas se dio cuenta de que el médico estaba comprobando los mensajes de su
móvil. A continuación, pareció explicarle algo a Miley. Nicholas dejó su copa
en la barra del bar y se dirigió hacia ellos.
-Hola
-dijo extendiendo la mano para saludar a aquel hombre de rostro agradable y
calvicie incipiente-. Soy Nicholas Barone. Miley cuida de mi hija. Y vive
conmigo.
-Encantado
de conocerlo. Soy el doctor Gallimore. Le estaba diciendo a Miley que detesto tener
que marcharme, pero acabo de recibir una llamada urgente y debo irme.
-Qué
pena -dijo Nicholas-. Yo me encargaré de que Miley regrese a salvo a casa.
-También
podría dejarte en casa camino del hospital -le sugirió el doctor Gallimore a Miley.
Nicholas
estaba seguro de que el bueno del doctor quería conseguir al menos un beso.
-Miley todavía no ha tenido oportunidad de conocer al resto de la familia -intervino
Nicholas apretando los dientes-. No se preocupe por ella. Yo me encargaré
personalmente de llevarla a casa esta noche.
-Espero
que tu paciente se mejore -dijo ella apretando el brazo del médico.
-Te
llamaré -aseguró el doctor asintiendo con la cabeza-. Y la próxima vez me
aseguraré de que no haya interrupciones.
«Ni que
lo sueñes», pensó Nicholas con total falta de caridad mientras observaba al
médico marcharse.
-Ya
conoces a mis hermanas y a mi hermano Joe -dijo volviéndose hacia Miley sin
perder un instante-. Mi tío Paul está aquí esta noche. Y también Derrick,
Daniel y Emily. Pero Claudia no ha venido.
-¿Tienes
un cuaderno? -preguntó Miley sacudiendo la cabeza-. Es imposible que me acuerde
de todos esos nombres si no los apunto.
-No te
preocupes. Yo te los recordaré -aseguró Nicholas agarrándola del brazo.
Miley pasó los siguientes minutos conociendo a algunos miembros de la numerosa familia
de Nicholas. Su tío Paul, un hombre callado y silencioso, parecía muy
distinto al padre de Nicholas, tan sociable. También conoció a
uno de los hijos de Paul, Derrick, vicepresidente de calidad de la fábrica de
Baronessa, situada a unos kilómetros a las afueras de Boston. A Miley le cayó de
maravilla la hermana de Derrick, Emily. Cuanto más tiempo pasaba con los
Barone, menos podía evitar el deseo de pertenecer a una familia tan numerosa
y amable como la suya.
-¿Te
traigo algo de beber? -le preguntó Nicholas.
-Solo
agua con hielo -respondió ella.
Aquella
noche quería mantener la cabeza despejada, aunque no estaba muy segura de que
fuera a conseguirlo siendo el objeto exclusivo de la atención de Nicholas.
Cuando él la miraba, se sentía como Cenicienta en el baile. Miley se preguntaba
qué iba a ocurrir a medianoche.
-Descansemos
un rato -sugirió Nicholas guiándola hacia un saloncito con chimenea tras
llevarle el vaso de agua.
-Aún no
he conocido a tus otros hermanos.
-¿Reese
y Alex? Ninguno de los dos está aquí. Reese está navegando por el mundo. Mi
padre y él no se llevan demasiado bien, pero esa es otra historia. Y Alex es
oficial de la Marina.
-¿Hay
alguien de tu familia que haga algo aburrido? -preguntó Miley abriendo mucho los
ojos.
-Eso es
lo que le hubiera gustado a mi madre -bromeó Nicholas.
-¿No me
habías hablado de otro primo? -preguntó Miley frunciendo el ceño en gesto de
concentración.
-El
hermano gemelo de Derrick, Daniel. Pero no hace falta que lo conozcas -susurró
él con voz aterciopelada mirándola a los ojos-. Es un aventurero profesional y
un seductor de damas.
-¿Y qué
es lo que lo hace distinto a ti? -preguntó Miley, incapaz de ocultar su
diversión.
-Bueno,
yo tengo un trabajo -aseguró Nicholas mientras la tomaba suavemente del hombro y
la guiaba hacia la parte trasera de la casa, lejos de la multitud.
Se
detuvo al llegar a una alcoba en penumbra que daba a un precioso muelle
privado. Nicholas se giró entonces hacia ella y la miró profundamente a los
ojos.
-No
quiero que nada te distraiga.
Miley volvió a sentir en el estómago aquella sensación de caída libre.
-¿Distraerme
de qué? -preguntó dándole un sorbo a su vaso de agua.
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