Nick se apartó, apretó
la mandíbula y luchó para controlarse. Un whisky triple lo habría ayudado. Se
sentía frustrado. El deseo se negaba a morir. La seguía deseando. Miley no mejoró
la situación cuando intentó incorporarse.
—¿Adonde crees que vas?
—Quiero...
—No.
—Necesito...
—No —ella estaba
temblando, lo cual lo exasperó aún más. La volvió a acostar en la cama. Ella
estaba pálida como la cera y tenía los ojos apretados—. Mírame.
Miley no quería mirarlo.
Quería que se la tragara la tierra.
Movió los labios para
pronunciar palabras de disculpa, pero sintió como si tuviera un nudo en la
garganta que se lo impidiera. Se sentía culpable. Ninguna disculpa sería
suficiente después de haberlo sometido a esa tortura por segunda vez. De nada
servía decirse que su única intención había sido satisfacerlo y no había
esperado que las cosas terminaran así. Aunque eso era cierto, ella podía
haberlo frenado. Había dejado que todo sucediera porque hacer el amor con Nick
le parecía la cosa más natural del mundo.
Una vez más se dejó
engañar al haber pensando erróneamente que con él sería diferente.
Una vez más lo había
desilusionado. Sintió deseos de morirse. Cualquier cosa era mejor que abrir los
ojos y mirarlo a la cara.
—Explota si quieres, Nick —dijo Miley en voz baja—. Si yo fuera tú, estaría más que furiosa.
—Me parece qué los dos
estamos pasando por el mismo tormento —murmuró Nick con voz apacible, aunque
enronquecida. Miley abrió los ojos y lo miró asombrada—. Tú estás tan frustrada
como yo.
—Es diferente porque es
culpa mía. Sólo mía —Miley se incorporó—. Debí habértelo dicho antes y me
avergüenza no haberlo hecho. No debió suceder lo que sucedió porque yo ya lo
sabía. Hace cinco años iba a casarme con un hombre llamado Liam; rompimos a
causa de esto, así que ya lo sabía. Sabía que no tenía derecho a tener una
relación con nadie. Por favor, créeme si te digo que nunca quise hacerte
daño...
—Ven aquí, amor mío
—dijo él con calma.
Ella estaba aturdida.
Estaba muy oscuro y tenía la vista empañada por las lágrimas. Se dijo que si el
barco no se moviera tanto, podría encontrar su blusa en el suelo. Sintió la
repentina necesidad de cubrirse.
—Hay millones de mujeres
normales en el mundo. No te sería difícil encontrar una. Lo único que puedo
decir en mi favor es que soy un ejemplo de sexo sin riesgo. Durante mucho
tiempo he tratado de ver el lado gracioso de esto. Creo que soy la pareja más
segura del pueblo. ¿No te parece gracioso? Maldición, no puedo hablar de esto.
Nunca pude, nunca podré y no me asombraría si me tiraras al agua en el viaje de
regreso. Yo sólo... —dijo ella.
Todavía estaba buscando
su blusa cuando Nick la asió por la cintura. La dejó otra vez en la cama sin
esfuerzo aparente. Después la arrinconó contra la pared del camarote. Ella no
iría a ninguna parte. La expresión de los ojos de él era paciente pero inflexible.
—Nadie se está riendo, Miley, ni pienso que haya nada de gracioso en esta situación. Nadie va a tirarte
al agua y si quieres que de verdad me enfade, vuelve a salirme con esa tontería
de que "no eres normal".
Le apartó con gentileza
algunos mechones de la frente.
—Vamos a hablar.
—Acabamos de hacerlo
—Miley no lo comprendía—. Te he dicho la verdad. No hay nada más que decir.
—Quizás tú no tengas más
que decir; yo no he empezado siquiera —le limpió con el dedo el resto de
humedad de las mejillas—. Me imaginé que habrías tenido una relación con
alguien; un idiota. Es él quien te dijo que eras "frígida", ¿verdad? No
hay mujeres frígidas, amor mío, sino amantes torpes e insensibles. No sé si te
hizo daño cuando hacían el amor o sólo era un vulgar egoísta.
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