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viernes, 6 de abril de 2012

Ola de Calor: Capitulo 16


El pensaba que su relación acabaría siendo íntima. Ella tenía que darse cuenta. Era posible que Miley no supiera que cuando estaban juntos él se sentía vivo como nunca se había sentido. Le bastaba con tocar a Miley para que surgiera en su interior lo que era posible, lo que nunca había tenido, todo lo que podía y debía haber entre un hombre y una mujer.
Algún hombre le había hecho daño. No hacía falta ser psicólogo para darse cuenta. Era evidente cada vez que él intentaba besarla o acariciarla con pasión.
Miley tenía sus razones para estar inquieta, pero sólo porque él intentaba proporcionarle más satisfacción de la que ella podía tolerar.
Pronto. Por el momento, se contentaba con observar cómo el sol, el viento y el mar ejercían una magia especial en Miley. La isla siempre había sido para él una fuente de renovación. Y su hechizo comenzaba a ejercer su influjo también en Miley. Movió la cabeza, mientras veía cómo correteaba por la playa tirándoles al aire migas de pan a las gaviotas y riéndose como una niña. Y él que nunca la había creído capaz de disfrutar de los placeres sencillos de la vida.
Incluso cuando se acabó el pan, Miley no quiso dejar a las aves. Nick tuvo que llamarla y tentarla hablando de filetes, papas asadas y otras delicias.
—Pero no podemos empezar a cenar sin las chicas, Nick.
—Créeme: llegarán a tiempo —de regreso en la cabaña, Nick preparó la parrilla mientras Miley se daba una ducha. Cuando Miley reapareció, se había hecho una trenza y llevaba puesto un mono corto que se cerraba hasta la garganta con una cremallera. Nick le bajó con torpeza la cremallera hasta que quedó muy cerca de los senos de Miley, ella lo dejó hacerlo. Cuando Nick salió de la ducha sólo con unos pantalones cortos, Miley clavó la mirada en la de él, haciendo que se riera.
—Sospecho que a pesar de tu aspecto recatado, pelirroja, hay en ti cierta impudicia.
—No —ella se sonrojó—. Me has interpretado mal.
—No. Durante casi una tarde entera, te has olvidado de estar alerta —la voz de Nick se suavizó—. Me gusta que te comportes con espontaneidad y tranquilamente conmigo. No luches contra tus propios impulsos.
Fue justo lo que él no debió haber dicho. Miley se puso tensa, como si se avergonzara de haber flirteado con él. Siguieron charlando, pero ella volvía a cada momento la cabeza hacia el bosque.
—¿Estás seguro de que no deberíamos ir a buscar a tus hijas?
—Ya llegarán —repitió él.
Cuando el sol se puso en el horizonte, el cielo pasó del color oro al escarlata y luego a un violeta profundo. Para entonces las papas envueltas en papel de estaño ya se asaban en la parrilla. Nick colocó la rejilla para poner a asar la carne.
Dos minutos antes de la hora a la que oficialmente cenaban, aparecieron las dos "acompañantas" de Miley... con refuerzos. Un chico pecoso trataba de esconderse detrás de Noel. Angie traía un compinche flacucho que sonreía despreocupadamente.
Miley se tranquilizó de inmediato.
—Por eso pusiste tanta carne a asar —murmuró.
—Las viejas costumbres son difíciles de desarraigar. Mis hijas no son tímidas.
Tampoco lo era Miley... con las chicas. Los invitados de las jóvenes se fueron después de cenar, pero Nick y las tres mujeres permanecieron un rato junto al fuego. Para entonces la oscuridad era total y los carbones brillaban en la parrilla. Miley se colocó entre Noel y Angie y comió más que todos juntos.
Nick se encargaba de repartir la comida. Una profunda satisfacción y alborozo lo embargaba. Debido a su obsesión por el trabajo los últimos dos años, se había perdido esos momentos con sus hijas, su capacidad para disfrutar juntos, esa convivencia familiar. Nick había reconocido sus errores antes de hablar con Miley, pero fue su furioso sermón de aquella primera noche lo que le hizo actuar.
Miley ejercía también una gran influencia sobre sus hijas. Nick, conmovido, oía cómo las tres charlaban sin parar. Nicole había sido una madre típica para sus hijas. Miley preguntaba y discutía. Tenía autoridad sobre ellas al ser mayor, pero también las respetaba como seres humanos interesantes. Nick ni siquiera sabía que Noel tenía sus propias opiniones respecto a los pobres, ni que Angie se preocupaba por el medio ambiente. Tampoco sabía un ápice sobre maquillaje, pero estaba aprendiendo.
Por fin se acabó la comida y los bostezos hicieron más apacible la conversación. Eran más de las diez. Nick comenzó a apagar el fuego.
—Noel y yo dormiremos en la playa en nuestros sacos de dormir, ¿te parece bien? —Angie se levantó para echar los brazos al cuello de su padre y darle un beso de buenas noches—. Gracias, papá.
—Un momento, bribona. No recuerdo haber dicho que sí.
—No importa, ya sabes que nos dejarás hacerlo. Ya conocemos todas las reglas: nada de meterse en el agua, acampar lejos y volver aquí corriendo en cuanto alguien aparezca por la playa —Angie concluyó con una amplia y encantadora sonrisa. Sabía cómo complacer a su padre.
Noel también le dio un beso de buenas noches. Entonces agitó un dedo delante de su padre con gesto autoritario.
—No te preocupes por Angie, ya sabes que la cuidaré. Ustedes pórtense bien, tú cuida a Miley y no se acuesten muy tarde




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