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sábado, 28 de abril de 2012

El Playboy Enamorado: Capitulo 26


Al final de la semana, Nicholas estaba prácti­camente exhausto. Era viernes, y aunque sabía que Miley estaría en casa, no se vio con la energía suficiente como para quedarse más tiempo en la oficina.
Mientras metía la llave en la puerta de en­trada, vio que había una luz prendida en el estu­dio y que estaba encendida la televisión. Nicho­las sintió que se le formaba un nudo en el estómago. Miley estaría allí, probablemente espe­rándolo. No tenía fuerzas para resistirse ni para enfrentarse a ella, así que abrió la puerta, espe­rando oír su voz llamándolo por su nombre.
En vez de aquello, escuchó el sonido de una voz masculina saliendo del estudio. Nicholas se asomó con curiosidad y vio a Liam, el amigo de Miley, jugueteando con su cabello. Luego lo es­cuchó murmurar algo, inclinar la cabeza, y atraerla hacia sí para estrecharla entre sus bra­zos.
Nicholas sintió que algo en su interior se con­gelaba. Se quedó allí parado, observando a Miley en brazos de Liam durante cinco segundos completos. Sintió que lo asaltaba el mismo senti­miento de traición que había experimentado con Delta.
Miley se inclinó hacia atrás y su rostro se hizo vi­sible para Nicholas. Sus miradas se cruzaron du­rante una fracción de segundo. Ella abrió la boca como si fuera a decir algo, pero Nicholas no se quedó allí para escucharlo. Se dio la vuelta y se dirigió a las escaleras. Cerró tras él la puerta de su dormitorio, sintiéndose invadido por una fu­ria helada. Cayó entonces en la cuenta de que to­davía tenía el abrigo puesto. Se lo quitó y se aflojó la corbata. Luego se desabrochó la camisa con tanta fuerza que se saltaron dos botones. No de­bería importarle un comino a quién abrazaba o quién la abrazaba a ella. Debería darle igual. Aquel había sido el objetivo de toda la semana, conseguir que no le importara.
Llamaron a la puerta con los nudillos, pero Nicholas no respondió. Tenía el pulso acelerado. Terminó de quitarse la camisa y se dirigió al minibar para servirse un vaso de whisky escocés. ¿Cuándo aprendería que no se podía confiar en las mujeres?
Volvieron a llamar a la puerta, pero él actuó como si no lo hubiera escuchado. Se bebió el whisky de un trago y sintió cómo el líquido se deslizaba por su garganta, quemándola.
-Tenemos que hablar -dijo Miley abriendo la puerta con los ojos brillantes.
 -No -respondió él-. Márchate. Ella negó con la cabeza y cerró la puerta tras de sí.
-Desde que te dije que te amaba, te has com­portado como un imbécil.
-Pensé que te habías tomado lo nuestro más en serio de lo que era. Pero acabo de comprobar que estaba equivocado.
-Lo que has visto es a Liam consolán­dome. Sí, estaba llorando.
-No tienes que darme ninguna explicación-aseguró él sirviéndose otra copa-. La nuestra no era una relación de exclusividad. Puedes ha­cer con Liam lo que te dé la gana.
-¿A ti te daría igual que nos convirtiéramos en amantes? -preguntó Miley palideciendo.
-Puedes hacer lo que te parezca. No es asunto mío.
-No puedo creer que me estés diciendo esto -aseguró ella con los ojos anegados en lágrimas-. Yo no quiero a Liam, te quiero a ti.
La imagen de Miley en brazos de Liam se repetía una y otra vez en su cabeza. Nicholas es­taba impresionado y horrorizado al mismo tiempo por la profundidad de su dolor.
-No tiene importancia. Si quieres estar con­migo, podemos pasar un buen rato. Como siem­pre.
Miley tragó saliva al escuchar aquellos comenta­rios tan hirientes. Nicholas sabía que ella tenía mucho aguante, pero que no soportaría que él menospreciara lo que habían compartido. Fue testigo del momento en que Miley comenzó a ale­jarse emocionalmente de él. Fue como si de pronto se hubiera construido una coraza. Ella apartó la vista y se abrazó a sí misma.
-Tengo que pensar en lo que voy a hacer -dijo finalmente en voz baja.
-¿A qué te refieres? -preguntó Nicholas, des­concertado por su súbita falta de emoción.
-Me refiero a que tengo que pensar si lo me­jor para mí no sería marcharme.
La idea de que Miley despareciera lo golpeó como un mazazo.
-No puedes irte -aseguró Nícholas-. Tenemos un contrato.
-Con un periodo de prueba de treinta días -aseguró ella mirándolo a los ojos-. Han pasado muchas cosas, pero aún no se ha cumplido ese plazo.
-No puedes utilizar eso en contra mía -dijo él.
-¿Utilizar el qué? -respondió Miley-. ¿Cómo crees que podría usar nada en tu contra? Estoy empezando a pensar que eres un completo misó­gino. O tal vez seas masoquista. Te niegas a creer que una mujer pueda amarte y esté dispuesta a hacer lo que sea por ti. Te niegas a confiar en ella cuando te ha dado todos los motivos del mundo para hacerlo.
Miley tenía los ojos brillantes de rabia, y los ce­rró en un intento de tranquilizarse.
-Tengo que pensar en qué será lo mejor -ase­guró levantando una mano-. Tal vez tú no me necesites, pero Molly sí. Al menos por ahora.
Y dicho aquello, Miley se dio la vuelta y salió del dormitorio, dejando a Nicholas a solas para que se enfrentara a duras cuestiones sobre sí mismo.
Nicholas se bebió el whisky suficiente como para dejar de lado aquellas cuestiones y sus pun­zadas de remordimiento. A la mañana siguiente, tenía una buena resaca. Después de darse una larga ducha, se dirigió a la cocina con el corazón latiéndole a toda prisa.
-Buenos días -dijo saludando a la doncella con una inclinación de cabeza-. ¿Dónde está Molly?
-Buenos días, señor Barone -respondió ella mientras le servía una taza de café-. La niña está con su madre.  Miley dijo que necesitaba tomarse el día libre y lo arregló para que la niña estuviera con su abuela.

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OKOK LES VOY A DEJAR UNO MAS :D 

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