Esa parte del camarote
estaba en penumbra. Ella hizo acopio de todo su valor con determinación; la
fuerza de sus sentimientos le infundía ánimos. Sabía con exactitud lo que
quería hacer: procurar que él se sintiera amado, deseado y atractivo como
hombre. Audaz como nunca lo había sido, lo besó en la boca, la garganta, los
hombros, el pecho. Osada como nunca le deslizó las manos por los costados,
recorrió la cremallera de sus pantalones, extendió los dedos por sus caderas.
A Nick le gustó lo que
ella estaba haciendo, su reacción no dejó lugar a dudas, aunque dejó de
cooperar. Ella había hecho lo posible para explicarle que ése sería su juego,
pero Nick no la ayudaba en absoluto. Miley tenía la blusa abierta, permitiendo
así que él deslizara por debajo su mano llena de callos. La punta de su pulgar
recorrió el borde del sostén. Miley sintió que le faltaba el aliento.
—Nick...
—Calla —él la levantó
con suma delicadeza... pero le arrancó la blusa azul marino y la tiró al suelo
sin consideraciones.
Luego el sostén siguió
el mismo camino. Los pezones de Miley se endurecieron aun antes que los
acariciara la lengua ansiosa de Nick.
Miley arqueó la espalda
para recibir mejor esa caricia y luego sintió los dientes de Nick. El le tomó
los dos pechos con las manos muy abiertas mientras sus dientes y su lengua los
probaban. Miley apenas podía respirar. Su corazón latía aceleradamente.
Colocándose encima de
él, con el pelo cayéndole por la cara, lo besó. Era un beso audaz,
desvergonzado.
—Nick...
—Eres increíblemente
atractiva, cariño.
Nick estaba fuera de sí.
—Me gustaría que no hicieras
eso...
—Te encanta.
—Pero se supone que soy
yo quien debe complacerte —ella encontró el botón de sus pantalones, y le bajó
la cremallera—. Creí que habías comprendido que quiero... —sus dedos se
metieron por debajo de la tela y descendieron—. Necesito... quiero... Nick, yo...
—No creo que sea tan
difícil decirme que quieres que me quite los pantalones —se los quitó y luego
la besó, sonriendo.
—No me entiendes.
—Créeme, te entiendo.
—Nick, quiero
complacerte.
—Lo haces con sólo
existir, cielo.
—Quiero decir...
satisfacerte sólo a ti —maldición. La lengua de él estaba en su cuello,
haciendo que se estremeciera, mientras sus manos se esforzaban por bajarle la
cremallera de los vaqueros—. No funcionará de ninguna otra manera. Y no me
importa. No necesito nada para mí. Sólo quiero que tú...
Nick tuvo que levantarla
para quitarle los pantalones, luego le quitó las bragas de encaje. Sólo la
miraba a los ojos.
—Esta vez, sólo esta vez
—murmuró él—, quiero que me digas lo que deseas. Deja de preocuparte, Miley. Te
quiero. ¿No te has dado cuenta?
—Pero.
—Juré que no dejaría que
esto sucediera. No esta noche. Juré que te daría todo el tiempo que
necesitaras, pero la expresión que vi en tus ojos... no era tiempo lo
que me estaba pidiendo.
Ella trató de decir algo
más.
—Calla —Nick volvió a
colocarse encima de ella, y le dio una serie de besos, ávidos, ansiosos,
anhelantes.
Si ella pensaba que él
iba a aceptar la absurda idea de complacerlo a él sin que ella recibiera
satisfacción, estaba muy equivocada.
En ese momento sólo
había una cosa en la mente de Nick. Miley estaba asustada, pero no tanto como
ella misma suponía. Sus ojos estaban llenos de pasión, sus piernas lo ceñían,
sus pequeños pechos estaban tan hinchados que debían dolerle. Esta vez Nick
estaba convencido.
Se dijo que Miley deseaba
que le hiciera el amor.
La boca de él reclamó la
de ella mientras la palma de Nick le recorría el interior de su muslo y luego
se posaba con suavidad en su parte más íntima. Ella trataba de estrecharlo con
más fuerza mientras le mordía con suavidad el labio inferior. Nick la besó y la
acarició hasta que ella le clavó las uñas en la espalda, pero él continuó
acariciándola con lentitud sin dejarse llevar por la pasión desenfrenada.
A ella le encantó. Le
gustó tanto que casi perdió la cabeza... casi. Nada estaba saliendo mal esta
vez, porque él no lo permitiría. El pensó que ella era una belleza, toda
suavidad, dulzura, perfume y deseo.
—Nick…
El la besaba mientras
trataba de ponerse el preservativo. Pero ella no habría notado si era
fluorescente o liso. No le importaba. Sus ojos echaban chispas de pasión.
Estaba anhelante y sus besos febriles así lo denotaban: torpes, aunque dulces,
audaces y luego impacientes. Era como si hubiera acumulado todo su deseo los
últimos diez años, almacenando amor para verterlo sobre Nick y él no la
decepcionaría, estaba convencido.
Nick volvió a poner sus
muslos encima de los de ella, animado por los suaves gemidos de Miley, por el
brillo de sus ojos, por la vehemencia impaciente de sus manos. El retrasó el
momento culminante. No por mucho tiempo. No era de piedra. Lo suficiente para
hacer más intenso el momento.
—Por favor, Nick.
Nick la hizo suya y
sintió que su corazón iba a salírsele del pecho. La oyó murmurar su nombre una
y otra vez.
Y luego otra vez, pero
ahora de manera diferente.
Ella estaba dispuesta.
El lo sabía. Lo había sentido. Pero de repente, vio que en los ojos de ella se
reflejaba un profundo dolor. Las lágrimas le rodaban por las mejillas.
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