Corría una brisa cálida
que acarició el pelo de Nick. El sol entraba por la ventana y acentuaba los
rasgos de su cara, firmes y varoniles, aunque su voz
parecía tan tímida y emocionada como la de un muchacho. Fue la timidez lo que
conmovió a Miley. ¿Hacía cuánto que él no compartía con alguien el amor que
sentía por su trabajo?
Construía yates,
corbetas, barcos de pesca, cruceros.
—Construir barcos es lo
que quise hacer desde que era pequeño y nunca me importó qué tipo de barcos
—los yates de recreo, que eran su especialidad, tardaban en construirse todo un
año. Los clientes lo asediaban—. Se corre la voz por razones evidentes. No hay
muchos ingenieros que usen sólo madera.
Nunca creyó que su
empresa se expandiera tanto, pero cuando Nicole murió duplicó su volumen de
trabajo.
—Pensé que podría
hacerlo, hasta que me di cuenta de lo que estaba sucediendo con mis hijas. De
modo que hace como cuatro meses contraté a Josh, que es de Boston, y a Walker,
de Savannah. Un par de aprendices forman el resto del equipo —le dirigió una
mirada de soslayo a Miley—. A cada rato todos amenazan con irse. Dicen que soy un
perfeccionista obsesivo imposible de complacer.
—Te conocen muy bien,
¿verdad?
—¡Hey! ¿De parte de
quién estás?
De él, pensó Miley. Un mes
antes, sus hijas lo habían descrito como un tipo austero y estirado. En ese
momento la alegría de vivir se reflejaba en su cara. "No debes enamorarte
de él", se dijo Miley con firmeza. Pero esa voz interior se iba debilitando.
—¿Y tus clientes qué
opinan de que seas un perfeccionista?
—Mis clientes tienen
suficiente dinero para pagar mi trabajo, que por lógica es muy caro.
Hubo un breve momento de
silencio.
—Tengo barcos en el agua
desde Maine hasta Florida.
—¿Sólo trabajas con
madera? —quiso saber Miley.
—Sí.
—¿Cuál es la mejor
madera para barcos?
Nick se rió, complacido.
—Esa es una pregunta que
casi no tiene respuesta. Los antiguos romanos te habrían dicho que el abeto;
los vikingos preferían el roble; los antiguos egipcios el cedro. Los chinos
siempre han sentido predilección por un pino llamado sha—mu.
—¿Nadie está de acuerdo
sobre cuál es la mejor?
—Cualquier ingeniero
sensato te diría que las maderas duras tropicales. Pero todavía hay puristas
que insisten en usar sólo teca, roble y caoba.
—¿Tú de qué los
construyes?
—De teca, roble y caoba.
Cuando llegaron a los
muelles, el sol se reflejaba en el agua y le daba una brillantez inusitada a
las velas y los cascos de los barcos. Miley no sabía nada sobre corbetas, pero de
inmediato supo cuál era la de Nick; le bastó con ver la belleza incomparable de
su pintura blanca, el brillo de su cubierta barnizada, sus líneas elegantes.
Fueron andando por el
muelle hasta el sitio donde estaba anclado el recién construido barco. Nick se
puso enfrente de él, con las manos en la cintura y una sonrisa de satisfacción
en los labios.
Miley lo maldijo en
silencio. Se había prometido que se mantendría a una distancia prudente de él,
pero Nick no le estaba facilitando las cosas. Deslizó un brazo alrededor de la
cintura de él y lo estrechó con fuerza.
—¿Quieres a ese
barco?
Nick le devolvió el
abrazo.
—Sí.
—Entonces quédatelo, Nick. ¿No puedes?
—Claro que podría.
Podría devolverle al tipo que me lo encargó su dinero o hacerle otro. El
problema es que me enamoro de cada barco que hago —deslizó una mano por la
espalda de ella y le dio una palmadita en el trasero—. Bueno, por el momento
vamos a averiguar si no se hunde cuando salga a alta mar. Vas a tener que
trabajar para ganarte la cena. Tu primera tarea es soltar amarras.
—A la orden, señor —Miley corrió al instante a cumplir con su cometido.
—Ah... Miley.
—¿Dime?
—No debes soltar la
última amarra hasta que estemos a bordo —se colocó las gafas de sol en la cabeza
y sonrió—. Así que eres una marinera curtida, ¿eh?
—¿Vamos a izar velas?
Nick saltó a cubierta
antes, luego le ofreció una mano.
—No en este viaje de prueba.
Quiero probar los motores, ver cómo responde en el agua. Tú vas a estar muy
ocupada también. Necesito que revises todo bajo cubierta y no como lo haría un
ingeniero sino como una mujer.
—Si lo que tratas de
decirme, Larson, es que mi lugar está en la cocina.
—No, ahora eres mi
grumete —colocó una gorra marinera en la cabeza de Miley y sonrió—. Tendrás que
aprender la jerga. Al cuarto de baño se le llama letrina; las camas son
literas. Luego están la proa —le tocó la punta de los senos con el dedo
índice—.... la popa —le palmeó el trasero—. Y mientras estemos a bordo deberás
llamarme "capitán".
—A sus órdenes, mi
capitán.
Nick intentó besarla,
pero ella se escabulló.
Por lo que él pudo
comprobar, Miley mostraba hacia el viaje en velero el mismo entusiasmo con que
hacía todo lo demás. A los quince minutos Nick dirigía el barco por el río
Ashley hacia la bahía de Charleston. El viento había arreciado e intensificado
los olores marinos y la corriente era impetuosa. Miley andaba por todas partes:
inclinada en la barandilla para mirar las
imponentes mansiones blancas de la costa de Charleston, luego exploraba
la cubierta de proa, donde las olas se estrellaban en el casco salpicándola y
haciendo que se riera regocijada. Le pidió al "capitán" que le
explicara para qué servían todos los aparatos en la sala de comunicaciones,
luego bajó para explorar el camarote. Pasó un cuarto de hora allí antes que Nick viera aparecer su cabeza asomando
por la escotilla abierta.
—Más vale que lo sepas, Nick... capitán. Tendrás que quedarte con tu bebé. Tendrás que decirle al tipo
ese de Maine que ha tenido mala suerte.
—Te gusta, ¿verdad?
—¿Que si me gusta? ¿Qué
clase de palabra es esa? Estoy hablando de amor; de una gran pasión. Este yate
es una belleza.
Todavía hablaba con
entusiasmo cuando desapareció tras la escotilla.
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SOY BUENITA Y LES VOY A DEJAR OTRO CAP DE ESTA NOVE JAJA
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