Miley oyó cómo el pecho de
él se movía y retumbaba. Azorada, levantó la cabeza. Nick ni siquiera intentó
contener la risa y sus ojos brillaban con malicioso humor.
—Querida, créeme. Eres
todo menos frígida. De eso estoy más que convencido.
El lo tomaba a broma. Le
parecía graciosa la idea de que ella se pudiera considerar frígida.
Miley conducía hacia Calhoun. Casi todos los que la conocían pensaban que era
anticuada, conservadora. Nunca salía con hombres y sólo hablaba con aquellos
con los que tema alguna relación de trabajo. Sin embargo sabía que era
afectuosa y cálida con las personas a las que quería. Era desconcertante saber
que Nick la podía considerar una mujer apasionada. Tanto que la idea de que
pudiera considerarse frígida le hacía reír.
Miró por el espejo
retrovisor. "No se ha sacado esa impresión de la manga, Miley Finley.
Con ningún otro hombre te habías comportado como lo has hecho con él", se
dijo para consolarse.
Lo sabía, y por ello
había procurado evitarlo los últimos tres días. Impaciente, metió tercera. El
tráfico en Charleston era muy lento a la hora de comer a principios de agosto.
El calor y la humedad eran abrumadores.
Había dos papeles en el
asiento de cuero del pasajero. Uno lo habían puesto en la puerta de atrás de su
casa, el otro en la puerta principal esa mañana. Las notas contenían idéntica
información: cena esta noche, a las cinco, ropa informal.
Podría haber ignorado
una nota. Dos era más difícil. Larson volvía a asediarla. Como una cobarde,
ella se había estado ocultando tres días, no contestaba el teléfono, inventaba
excusas para estar fuera de casa y para ver los proyectos de renovación de la
tienda. Sabía que no estaba actuando con madurez y aun así estuvo pensando toda
la mañana cómo rechazar esa invitación a cenar.
Dio la vuelta hacia el
callejón que estaba detrás de la bodega, apagó el motor y sacó la llave. Las
nubes se agolpaban al oeste, como anunciando que iba a llover. La ola de calor
no había cedido en un mes. Quizá era el bochorno del ambiente el causante del
estado de ánimo de Miley. Se sentía profundamente deprimida.
Si no había resultado
con Nick, jamás resultaría. Si una quería a un hombre, si confiaba en él y lo
respetaba, y aun así no resultaba, la situación era irremediable.
Sabía cómo rechazar el
ofrecimiento de Nick de esa noche. Podría volver a su casa y colocar las notas
en las puertas como si nunca las hubiera visto. Había muchos lugares donde
podría esconderse hasta que pasaran las cinco. Y lo cierto era que tenía mucho
trabajo.
"Vamos, Miley. Vives
en la casa de al lado. Vas a tener que encontrarte con él en cualquier
momento", se regañó.
Lo sabía. Lo
único que quería era que ese momento se retrasara. Quizá en 1995 ó 1996.
Todavía no.
La campanita
sonó cuando ella entró en la tienda. Selena levantó la vista de la caja
registradora.
—¿Has comido bien?
—Sí, gracias. Yo me
ocuparé de la caja. Puedes ir a comer. Hace demasiado calor para hacer nada
rápido hoy.
—Ya comí —Selena sacó
de debajo del mostrador una botella de Coca-Cola dietética y Miley hizo una
mueca—. Te llamó Nick. Quería recordarte que pasaría a buscarte a las cinco.
—Gracias —respondió con
ironía—. ¿Algo más? ¿Un huracán? ¿Una llamada de Hacienda? ¿Un robo?
—Nada tan desastroso.
—Asombroso.
—Pero tienes dos
visitantes esperándote en tu oficina.
—¿Visitantes?
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