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sábado, 28 de abril de 2012

El Playboy Enamorado: Capitulo 25


Miley contuvo la respiración cuando escuchó a Nicholas subir las escaleras la noche siguiente. Se había quedado hasta tarde en el trabajo, y cuando escuchó sus pasos cerca de su puerta, Miley deseó con toda su alma que llamara con los nudillos. Esperó, pero no hubo llamada. Escu­chó cómo Nicholas entraba en la habitación de Molly, pero en la suya no entró.
Aquel silencio la atravesaba como un cuchillo. Nicholas Barone quería sonrisas cálidas, noches de pasión y sentirse aceptado, pero no quería su amor. Miley cerró los ojos llena de dolor.
«No puedo creerlo», pensó mientras se levan­taba de la cama. Estaba segura de que no había sido solo sexo. Nicholas podía conseguirlo con cualquier mujer. Tal vez él no se diera cuenta, pero la razón por la que la deseaba era porque ella lo amaba. Seguramente, aquella certeza lo hiciera sentirse incómodo, pero lo que Nicholas Barone quería y necesitaba era el amor de una buena mujer. Y esa mujer era ella.
Miley comenzó a recorrer la habitación de arriba abajo. Le dio vueltas a la idea de irrumpir en el dormitorio de Nicholas, encender las luces y gritarle que lo amaba y que no se avergonzaba de ello. Se acabó el tener que morderse el labio para evitar que se le escapara en la oscuridad, y se acabó el temor a que él pudiera leerlo en sus ojos. Las cartas ya estaban boca arriba, y, por una parte, Miley se sentía aliviada.
Y por otra, aterrorizada.
Nicholas no le había pedido en voz alta la no­che anterior que se marchara de su dormitorio, pero se notaba que quería estar solo. Y después de la intimidad que acababan de compartir, aquello le resultó doloroso a  Miley. Aun así, enten­día que Nicholas necesitaba tiempo para digerir lo que sus cuerpos se habían demostrado sin pa­labras, y eso no podía conseguirse en cuestión de segundos. Miley lo entendía.
Si le dejaba algo de tiempo para pensar, tal vez Nicholas recapacitara. Era la única opción que le quedaba. Había quedado claro que ella lo amaba, y él quería ese amor. Y aunque Nicholas no estuviera enamorado de ella en aquel ins­tante, tal vez con el tiempo... El lazo que los unía era demasiado poderoso. Nicholas volvería a ella.
Al menos, así lo esperaba.


-¿No me has oído, Nicholas? -le preguntó su hermana Gina con el ceño fruncido-. ¿Qué te ocurre? Es la tercera vez que te repito lo mismo.
Nicholas sacudió la cabeza y se pasó la mano por el pelo. Se puso en pie, incapaz de permane­cer sentado ni un segundo más.
-No me pasa nada. Simplemente, no dormí muy bien anoche.
-¿Saliste otra vez con Corinne? -preguntó Gina levantando una ceja.
-No. Un hombre puede tener muchas cosas en la cabeza que no tengan que ver con las mujeres.
-¿Hay alguna cuestión de trabajo que yo debe­ría saber? —insistió ella frunciendo el ceño.
Nicholas exhaló un suspiro. Su hermana era tremendamente intuitiva y persistente. Necesi­taba ambas cualidades para triunfar en la em­presa familiar. Nicholas sabía que muchas veces tanto él como su padre la habían subestimando en ese terreno.
-La empresa marcha estupendamente. Tú de­berías saberlo mejor que nadie.
-Entonces, si tampoco es por Molly, tiene que tratarse de una mujer —aseguró Gina sentándose en el escritorio de su hermano. -Tal vez no sea asunto tuyo. -Tal vez pueda ayudarte -respondió ella sin inmutarse-. Has salido con tantas mujeres desde Delta que no tengo dedos para contarlas, pero no te había visto feliz hasta hace unas cuan­tas semanas. Si has encontrado a alguien que valga la pena, no la dejes escapar.
Y dicho aquello, Gina dejó sobre la mesa el in­forme que había ido a llevar y salió del despacho. Nicholas se metió las manos en los bolsillos y miró por la ventana hacia la Avenida Huntington. Si su hermana pequeña era capaz de darse cuenta de lo que estaba ocurriendo, entonces había ido bastante más lejos de lo que esperaba. Había permitido que Miley se acercara demasiado, y ahora lo estaba pagando. Se había pro­metido a sí mismo que nunca volvería a impli­carse tanto con una mujer como para perder su capacidad de concentración.
Miley no era la primera mujer que le confesaba su amor en un momento de pasión. Pero sí era la primera mujer que creía que de verdad lo amaba. Las demás querían algo, pero Miley no se consideraba a sí misma lo suficientemente atrac­tiva como para considerar la idea de casarse con él. No, ella buscaba algo mucho más peligroso que una boda o su dinero. Miley quería ser su amiga y su amante. Era capaz de ofrecerle su co­razón en una bandeja, pero quería el suyo a cam­bio.
Y el solo hecho de pensarlo lo aterrorizaba.


Durante las dos siguientes noches, Nicholas se quedó a trabajar hasta tarde, y, después de entrar a ver a Molly, pasaba por delante de la puerta de Miley. El hecho de saber que la tenía tan cerca le provocaba un deseo de estar con ella que le apri­sionaba el pecho. Turbado, Nicholas se mar­chaba a su habitación y trataba de dormir, pero las imágenes de Miley aparecían una y otra vez, y su risa lo envolvía durante su duermevela como una caricia.
La tercera noche, Nicholas siguió el mismo procedimiento. Cerró con cuidado la puerta de Molly y, aspirando el aire, captó una suave esen­cia que le resultó familiar. Se dio la vuelta y vio a Miley enfrente de él. El corazón le dio un brinco.
-¿Cómo estás? -preguntó ella dulcemente.
Sus ojos reflejaban un cúmulo de emociones que lo atraían y lo alejaban al mismo tiempo. Lo natural, lo más fácil para él, hubiera sido abra­zarla, pero no lo hizo.
-Bien -respondió Nicholas-. Muy ocupado.
-Te he echado de menos -susurró Miley acer­cándose a él-. Pareces cansado. ¿Quieres que te sirva una copa de vino? —preguntó alzando la mano para acariciarle la barbilla.
La presencia de Miley suavizó miles de durezas que tenía en su interior. Nicholas se dijo a sí mismo que ella no debería tener semejante po­der sobre él.
-No. Sólo necesito dormir.
Nicholas trató de apartar los ojos de su mi­rada, pero no fue capaz. Cuando ella se puso de puntillas y lo besó en los labios, no pudo retroce­der.
-¿Has estado reflexionando y has decidido que ya no quieres estar conmigo?
Nicholas tenía tantas ganas de besarla que le dolía el cuerpo. Se moría por tomarla en brazos y llevarla a su habitación. Se moría por perderse dentro de ella.
-No hagas que entre nosotros parezca que hay más de lo que hay -dijo Nicholas, tanto para ella como para él mismo.
La escuchó entonces quedarse un instante sin respiración y se dio cuenta por la expresión de sus ojos de que le había hecho daño. Se dijo a sí mismo que era un dolor necesario, pero no po­día evitar sentirse como si alguien le hubiera clavado un cuchillo en el costado. Ella se había acercado demasiado.




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COMO COMENTARON LES DEJO CAPS DE ESTA NOVE, NO SE TODAVIA SI DOS O TRES...MMMM... LO VOY A PENSAR :D

1 comentario:

Gracias por tu comentario :) ♥