Nick la llamó para que
viera algunos delfines. El viento agitó el pelo de la joven. Los rizos se
arremolinaban por su nuca y frente. Nick le daba alguna que otra orden sólo para ver aparecer
una sonrisa en la cara de su "grumete".
Eso era lo que había
deseado para Miley, lo que había planeado. Cuando había ido a buscarla, Miley estaba muy nerviosa, completamente segura de que la esperaba una noche de
seducción. Tenía razones para estar inquieta... pero estaba equivocada.
El quería que se diera
cuenta de que formaban una pareja perfecta. Ella estaba contenta con él. Las
diferencias entre ellos eran superficiales. El no tenía que entender de encajes
y lámparas del siglo diecinueve para admirarla por la forma en la que dirigía
su negocio. Ella no tenía que dominar los tecnicismos de la construcción
naviera para compartir su amor por su trabajo.
Era cierto que quería
seducir a Miley, engatusarla... pero mostrándole la clase de vida de la que
disfrutarían juntos.
Más allá de la bahía, en
una ensenada donde las olas se movían con suavidad y el sol comenzaba a ponerse
en el horizonte, Nick paró los motores y echó el ancla. Su "bebé"
había demostrado en su primer viaje por mar que funcionaba a la perfección.
Cualquier marinero sabía que la paciencia y la experiencia tenían su recompensa
en el timón.
Como hombre se había olvidado
del barco al pensar en Miley. Estaba preparado para cuando llegara el momento de
la relación íntima. Esa noche, sin embargo, deseaba amarla de manera total,
pero no física. De muchas formas ella le había indicado que tenía miedo de la
relación sexual. Necesitaba tiempo y Nick era paciente, podía controlarse y
quería demostrarlo a toda costa.
Pensó en la boca de Miley,
en el brillo de sus ojos y gruñó para sí antes de bajar al camarote.
Miley tenía problemas y Nick lo supo cuando sirvió la cena. Desde el momento en que fue a buscarla a su
casa, Nick había saboteado su ánimo cauteloso, inquieto. Miley procuraba
mantenerse nerviosa, pero no podía. Nick hacía imposible, con su actitud, que
su invitada permaneciera tensa. De cualquier manera, Miley parecía estar algo
ansiosa aún cuando llegó el momento de cenar.
Pero su ansiedad se
desvaneció en el momento, en el que Nick colocó delante de ella un plato con un
langostino y luego un delicioso guiso de judías con arroz.
—¿Qué quieres para
beber? ¿Té helado? ¿Cerveza?
—Cerveza, por favor. Iré
a buscarla yo —abrió las botellas de cerveza y las llevó a la mesa.
Sus temores de tener que
soportar cenar con velas y vivir escenas de seducción le parecían más tontos
cada vez, así que se sentó cómodamente y empezó a comer con avidez.
—Hace años que no comía
langostino. Me encanta la cocina de Carolina del Sur.
—Creo que estás
equivocada. Este plato es originario de Louisiana Bayou, no de Carolina del
Sur.
—¿Para qué tanta
precisión? El sur es el sur. ¿Cuánta pimienta roja les pusiste a las judías.
Nick no respondió, se
limitó a llevar la pimienta a la mesa con una amplia sonrisa en los labios.
—Cuando te quemes la
lengua, tendré otra cerveza a mano. Apenas puedo esperar a ver cómo te las
arreglas para comer las patas de langostino.
—La única regla de
etiqueta que se aplica en este caso es el entusiasmo, los modales no
importaban.
Miley arrancó una cola,
rompió la concha con los pulgares y con los dedos sacó la suculenta carne
blanca del interior. El primer bocado fue maravilloso. El segundo todavía
mejor.
Nick dijo, arrastrando
las palabras:
—¿Por casualidad hace
varias semanas que no comes?
—Mira quién habla. Estás
acabando con tu langostino tan rápido como yo.
—Iba a preguntarte cómo
iba la lista de comprobación de los objetos que has visto en la sala de
comunicaciones, pero es evidente que te sería muy difícil comer y hablar al
mismo tiempo.
Miley ignoró su broma.
—He comprobado todos los
aparatos que aparecían en tu lista, lo cual fue una completa pérdida de tiempo.
Tú deberías saber que todo está perfecto. Más que perfecto.
—¿Lo crees de verdad?
Mientras seguían
comiendo, Miley miró el camarote. Todo era orden y pulcritud, elegancia y
comodidad.
Los barcos eran el mundo
de Nick, no el de ella. Sin embargo, le resultó fácil imaginarse una luna de
miel en un yate como ese. Haciendo el amor, surcando las aguas, despertando al
ritmo del oleaje y haciendo otra vez el amor. Miley cerró de repente los ojos con
fuerza.
—¿No te estarás
rindiendo tan pronto? —la hostigó Nick.
Ella se forzó a sonreír
y apartó su plato.
—Estoy que reviento.
—Pero si sólo has comido
como tres hombres. Estaba seguro de que tendrías más apetito.
Miley le tiró la
servilleta. No dio en el blanco y los dos se rieron.
—Está bien, Larson,
estás muy cansado de tanto dar órdenes. Cierra los ojos y relájate. Yo me
encargaré de fregar los platos.
—Los dos lo haremos.
—No hay suficiente
espacio para los dos. Además, puedo hacer las cosas más rápido si estoy sola.
Nick no le hizo caso.
Cada vez que Miley se daba la vuelta, se topaba con él. Su muslo rozó el de él
cuando se inclinó para dejar algunos platos en el armario. Cuando Nick alargó
el brazo para guardar un vaso, le rozó el hombro. El deseo crepitaba entre los
dos tan indefinible como la luz de la luna, tan familiar y poderoso como el
creciente amor que Miley sentía por él.
Fuera, la luz de las
estrellas se filtraba por las ventanas abiertas. Cuando la luna salió, cesó el
viento. El Atlántico estaba allí fuera, la quietud del mar era embriagadora y Miley se decía una y otra vez que debía ser realista, resistirse al embrujo
marino y decidirse a decir lo que tenía que decir. El que quisiera a Nick no
cambiaba las cosas. Ella no era normal. No podía tener ninguna relación con él.
Pero no podía creer eso
cuando estaba con él. Se sentía como cualquier mujer enamorada. No pedía
demasiado. Sólo tener derecho a otras noches como esa, noches en las que se
tropezara con él en la estrecha cocina de un yate, noches en las que cenaran
descalzos, en las que ella soportara encantada las bromas de él y se olvidara
de que su pelo estaba hecho una maraña.
A Nick nunca parecía
importarle qué especto tenía el pelo de una mujer. Todo lo que parecía desear
en la vida era alguien con quien compartir sus dichas, sus inquietudes, su
intenso amor por la vida. Aunque nunca había criticado a Nicole, Miley sospechaba
que había faltado algo en su relación, algo que lo hacía sentirse culpable por
haberlo deseado, por necesitarlo.
Pero en la necesidad no
había culpa, ni en la debilidad. Nick era más débil en las parcelas de su vida
que más quería: sus hijas, su trabajo. No parecía entender que eso lo enaltecía
como hombre.
Miley intentó,
escuchándolo y estando allí con él, sacarle de su cascarón. Sabía que lo había
ayudado, aunque de repente se le ocurrió que nunca encontraría la manera de
decirle lo mucho que lo admiraba como hombre y eso la hacía sufrir.
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HASTA ACA POR HOY CHIQUIS! BESITOS ESPERO QUE LES GUSTE :) BYEEE ♥
COMO LA PUEDES DEJAR AHI DIME ME ODIAS AHHH TIENES QUE SEGUIRLA PRONTOO AHH AHH SIGUE SIGUE SIGUE AHHHHHHHHHHH GRITO DE HISTERICA SIGUELA AHHHHH
ResponderEliminarMe encanto Agus, que lindo y romantico es ♥ =D siguela
ResponderEliminarMe encanto los caps espero y nick pueda ayudar a miley y sean megamente felizzzzzzzzzzzz sube pronto cuidate hermosis.
ResponderEliminarHermossaa!!!!
ResponderEliminarAgus hasta ahora pude leer los capis qe haz subido me mega super encantaron sube mas pliss!!!
Saludos y Muchos Besisto♥
ME ENCANTARON LOS CAPIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIISSS!!! ESTUVIERON BUENISIMOSSS!!! SEGUILA PRONTO , BESOESSSS Y CUIDATE :)
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