-Tus
hermanas estuvieron anoche de visita y ha llamado tu madre -le dijo Miley a la
mañana siguiente, mientras se sentaba con su taza de cereales frente a la
trona de Molly.
Nicholas
se sirvió una taza de café. La noche anterior, tras pegarse una ducha fría, le
había costado mucho trabajo dormirse, así que necesitaba más que nunca una
buena dosis de cafeína.
-Espero
que mis hermanas no fueran demasiado abrumadoras. ¿Y qué quería mi madre?
-Tiene
una fiesta mañana por la noche y quiere que la acompañes. También me pidió que
fuera yo y que llevara un acompañante.
Nicholas
se quemó la lengua con el café. Estaba empezando a pensar que había una conspiración
contra él.
-¿Ah,
sí?
-Sí,
pero no hace falta que vaya. Alguien tiene que cuidar de Molly, y...
-Podemos
salir de aquí cuando Molly se haya dormido. La doncella vigilará su sueño
—aseguró Nicholas-. Si mi madre te ha invitado, deberías asistir. Y si no se te
ocurre nadie que pueda acompañarte...
-Sí que
se me ocurre -respondió ella rápidamente-. Ha pasado la revisión de todos mis
compañeros de equipo. Es un chico muy simpático, médico. Ya me ha preguntado
si quería salir con él, así que sólo tengo que averiguar si está libre mañana
por la noche.
Nicholas
tuvo de pronto la impresión de que el café que estaba tomando se había vuelto
amargo. Escuchó dentro de su cabeza una sirena de alarma, pero no la quiso
escuchar. Hacía mucho tiempo que no deseaba a una mujer del modo en que
deseaba a Miley.
Nicholas
se puso de pie, depositó un beso en la frente de su hija y, sin saber lo que
hacía, se acercó hasta Miley y recorrió con un dedeo sus labios entreabiertos.
-¿Te
han dicho alguna vez que tienes el tipo de boca que aparece en las fantasías de
los hombres?
Ella
negó con la cabeza.
-Te
veré esta noche -dijo Nicholas, confuso, mientras se dirigía hacia la puerta de
entrada seguido por la mirada absolutamente sorprendida de Miley.
En
cuanto Molly le dio ocasión, que fue en el momento de la siesta, Miley se colocó
delante del espejo de su cuarto de baño para observarse
la boca. La torció y la estiró, tratando de encontrar lo que Nicholas había
visto en ella. ¿A qué se refería cuando dijo que aquel era el tipo de boca con
el que los hombres fantaseaban? Tenía los labios algo más gruesos que la
media, y, mientras los miraba fijamente, se preguntó qué tipo de fantasías
tenían los hombres. Se le vino a la mente la lista de la revista y observó en
el espejo cómo se sonrojaba.
Aquella
noche Molly estaba molesta por culpa de los dientes, así que le hizo falta más
tiempo para dormirla. Cuando por fin lo consiguió, Miley estaba agotada y le
dolían los hombros. Nicholas se había quedado hasta tarde en la oficina, pero
ella sabía que ya estaba en casa porque lo escuchaba moverse por su
habitación. La avalancha de imágenes que había cruzado por su mente aquella
tarde volvió de nuevo con más fuerza.
Miley sacudió la cabeza y se dio la vuelta para dirigirse a su dormitorio. En el
momento en que abrió la puerta, Nicholas salió al pasillo. Ella se detuvo
automáticamente.
-¿Qué
tal ha pasado Molly el día? -preguntó él caminando en su dirección.
-Le
están saliendo los dientes y está molesta, pero sigue empeñada en practicar su
nueva habilidad. Ha estado caminando como si tuviera pensado llegar andando
hasta la China.
-Apuesto
a que ha acabado contigo -aseguró Nicholas-. ¿Por qué no te tomas conmigo un
vaso de vino abajo?
¿Por
qué no? Una docena de razones lógicas acudieron a su mente. Pero la
expresión de sus ojos las mandó a todas a la porra.
—Sí, me
apetece. Solo unos minutos —añadió más para sí misma que para él.
Lo siguió
por las escaleras hacia el estudio. Una vez allí, Nicholas abrió una botella de
vino tinto y sirvió dos copas. Miley dio un sorbo a la suya, y deslizó
lentamente el líquido por la garganta. Nicholas tenía la vista clavada en
ella, y Miley sintió como una losa sobre el pecho.
-¿Qué
tal te ha ido el día? -preguntó para romper la tensión.
-Ha
sido largo pero provechoso. Estamos a punto de sacar un nuevo sabor de helado
para el día de San Valentín. Todo tiene que estar coordinado, pero a veces los
Departamentos de Marketing y Relaciones Públicas piden lo imposible.
-Y tú
lo consigues -dijo Miley sabiendo instintivamente que así era mientras se
frotaba el hombro con aire ausente.
-Eso
intento -respondió él con los ojos brillantes de sensualidad-. ¿Qué te pasa en
el hombro?
-Desde
aquel partido de voleibol de vez en cuando se me pinza -respondió ella encogiéndose
de hombros.
-Date
la vuelta. Te daré un masaje -se ofreció Nicholas.
-Oh,
no, no hace falta. No es para tanto. Yo...
-Vamos -ordeno él mientras dejaba la copa de vino sobre la mesa-. Conseguiré que te
sientas mejor.
Miley se
dejó llevar por la tentadora oferta y se dio la vuelta para darle la
espalda. Lo sintió acercarse hasta ella hasta que estuvo tan próximo que podía
sentir su respiración sobre la nuca. Sintió que el corazón le daba un vuelco, y
pensó que tal vez aquella no era una buena idea, después de todo. Nicholas le
colocó las manos sobre el cuello, haciéndola olvidar todas sus protestas. Sus
dedos se deslizaron sobre los músculos agarrotados. Tenía unas manos mágicas.
Miley cerró los ojos y no pudo reprimir un gemido.
-¿Bien?
-preguntó él.
-Sí
-susurró ella soltando otro gemido.
-Ese es
un sonido muy sensual -murmuró Nicholas.
-No era
esa mi intención -susurró ella con voz ronca.
Él
pronunció en voz baja unas palabras en italiano.
-¿Qué
significa eso? -preguntó Miley.
-Que
tienes un pelo precioso -respondió él sin dejar de masajearle los hombros y el
cuello.
Nicholas
hizo un movimiento gracias al cual pudo apoyar una pierna sobre el sofá y atraerla
a ella contra sus muslos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario :) ♥