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viernes, 6 de abril de 2012

Ola de Calor: Capitulo 15


Miley se despertó por completo de repente y se incorporó con movimientos bruscos. Miró hacia la playa con expresión algo ansiosa.
—¿En dónde están Noel y Angie?
Pobrecita. No quería decirle que sus "damas de compañía" habían desertado.
—Hay una tienda en el parque municipal y es el sitio favorito de Angie. Siempre se encuentra a chicos de su edad allí con los que pasarla bien. Y Noel ha encontrado a algunos adolescentes jugando pelota en la playa. Le ha echado el ojo a un muchacho pecoso. Dudo de que las veamos hasta que se estén muriendo de hambre.
—¿Cuándo ha ocurrido todo eso?
—Mientras dormías.
—No estaba dormida —le aseguró Miley—. No es posible. Nunca duermo de día.
—Bien. Mientras no dormías, entonces —dijo Nick en tono apacible—. Te tapé para que no te quemaras. Excepto la nariz —le tocó la enrojecida nariz.
—Nick...
—¿Sí? —Nick no podía esperar más para sacudirle la arena de la nuca.
Mientras estaban todavía cerca, dejó que sus dedos se le hundieran en el pelo. La arena estaba mezclada con las sedosas hebras.
—Si no recuerdo mal, me habías dicho que a tus hijas ya no les entusiasmaba pasar un día en la playa. Que no querían venir porque aquí no había nada que hacer. Y la razón por la que he venido contigo este fin de semana es para ayudarte a entretenerlas.
—¿Yo te dije eso?
—Sí.
—Ah. Bueno, pues te mentí —declaró Nick y le colocó con cuidado el tirante del traje de baño.
Ella no parecía percatarse de que estaba incorporada sobre un codo, de tal forma que su acompañante podía ver un pequeño y redondeado seno. Al ponerle el tirante pudo mirarla con discreción.
—¿Nick? —había tal paciencia en su expresión que él tuvo que sonreír.
—¿Sí?
—Voy a hablar contigo sobre tu costumbre de mentir. Mira, parece que hay un pájaro revoloteando por aquí —dijo olvidándose de su propósito de regañarlo al ver el ave.
—¿No te has preguntado para qué hemos comprado diez barras de pan para sólo un fin de semana? Incorpórate muy lentamente y con todo sigilo. El pájaro comerá de tu mano si quieres, pero prepárate.
—¿Para qué?
En el momento en el que Nick se estiró hacia atrás y le dio una hogaza de pan a Miley, otra gaviota se unió al banquete. Miley no había terminado de desenvolver el pan cuando una docena de gaviotas se arremolinó sobre su cabeza.
Miley comenzó a reírse y no pudo contenerse.
—¡Por Dios, ayúdame!
—Lo estás haciendo muy bien —Nick observó cómo desmigajaba el pan a la velocidad del rayo.
Ella se dio la vuelta, parecía una ninfa rodeada de gaviotas hambrientas.
—¡La barra se acabará en cuestión de segundos... basta, ladrona!—una audaz gaviota fue directamente por el pan. Otra la apartó sin miramientos y una tercera se cernía en el aire, esperando atrapar al vuelo su ración—. Yo pensaba que las criaturas de esta isla eran salvajes.
—¿Te parecen muy civilizadas las gaviotas?
—Me parecen maravillosas —Miley se enterneció cuando un ave tomó de su mano un pedazo de pan.
—No te entusiasmes con esas voraces ingratas. Cuando se acabe el pan, ni siquiera se acordarán de tu nombre.
—Eres muy escéptico, Nick.
—Es la pura verdad.
—No me importa. ¿No te parecen preciosas?
Quien le parecía preciosa a Nick era Miley. La siesta le había sentado bien; él sabía que su vecina trabajaba demasiado. También sabía que era lista. Lo suficiente para haber encontrado una buena excusa para no ir con él y sus hijas ese fin de semana si no hubiera querido, lo suficiente para evitar que la besara si no lo deseaba. Y bastante lista para saber que él no era un hombre a quien le gustara jugar, ni con los sentimientos de una mujer ni con los de él.

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