Miley se despertó por completo
de repente y se incorporó con movimientos bruscos. Miró hacia la playa con
expresión algo ansiosa.
—¿En dónde están Noel y
Angie?
Pobrecita. No quería
decirle que sus "damas de compañía" habían desertado.
—Hay una tienda en el
parque municipal y es el sitio favorito de Angie. Siempre se encuentra a chicos
de su edad allí con los que pasarla bien. Y Noel ha encontrado a algunos
adolescentes jugando pelota en la playa. Le ha echado el ojo a un muchacho
pecoso. Dudo de que las veamos hasta que se estén muriendo de hambre.
—¿Cuándo ha ocurrido
todo eso?
—Mientras dormías.
—No estaba dormida —le
aseguró Miley—. No es posible. Nunca duermo de día.
—Bien. Mientras no
dormías, entonces —dijo Nick en tono apacible—. Te tapé para que no te
quemaras. Excepto la nariz —le tocó la enrojecida nariz.
—Nick...
—¿Sí? —Nick no podía
esperar más para sacudirle la arena de la nuca.
Mientras estaban todavía
cerca, dejó que sus dedos se le hundieran en el pelo. La arena estaba mezclada
con las sedosas hebras.
—Si no recuerdo mal, me
habías dicho que a tus hijas ya no les entusiasmaba pasar un día en la playa.
Que no querían venir porque aquí no había nada que hacer. Y la razón por la que
he venido contigo este fin de semana es para ayudarte a entretenerlas.
—¿Yo te dije eso?
—Sí.
—Ah. Bueno, pues
te mentí —declaró Nick y le colocó con cuidado el tirante del traje de baño.
Ella no parecía
percatarse de que estaba incorporada sobre un codo, de tal forma que su
acompañante podía ver un pequeño y redondeado seno. Al ponerle el tirante pudo
mirarla con discreción.
—¿Nick? —había tal
paciencia en su expresión que él tuvo que sonreír.
—¿Sí?
—Voy a hablar contigo
sobre tu costumbre de mentir. Mira, parece que hay un pájaro revoloteando por
aquí —dijo olvidándose de su propósito de regañarlo al ver el ave.
—¿No te has preguntado
para qué hemos comprado diez barras de pan para sólo un fin de semana?
Incorpórate muy lentamente y con todo sigilo. El pájaro comerá de tu mano si
quieres, pero prepárate.
—¿Para qué?
En el momento en el que Nick se estiró hacia atrás y le dio una hogaza de pan a Miley, otra gaviota se
unió al banquete. Miley no había terminado de desenvolver el pan cuando una
docena de gaviotas se arremolinó sobre su cabeza.
Miley comenzó a reírse y
no pudo contenerse.
—¡Por Dios, ayúdame!
—Lo estás haciendo muy
bien —Nick observó cómo desmigajaba el pan a la velocidad del rayo.
Ella se dio la vuelta,
parecía una ninfa rodeada de gaviotas hambrientas.
—¡La barra se acabará en
cuestión de segundos... basta, ladrona!—una audaz gaviota fue directamente por
el pan. Otra la apartó sin miramientos y una tercera se cernía en el aire,
esperando atrapar al vuelo su ración—. Yo pensaba que las criaturas de esta
isla eran salvajes.
—¿Te parecen muy
civilizadas las gaviotas?
—Me parecen maravillosas
—Miley se enterneció cuando un ave tomó de su mano un pedazo de pan.
—No te entusiasmes con
esas voraces ingratas. Cuando se acabe el pan, ni siquiera se acordarán de tu
nombre.
—Eres muy escéptico, Nick.
—Es la pura verdad.
—No me importa. ¿No te parecen
preciosas?
Quien le parecía
preciosa a Nick era Miley. La siesta le había sentado bien; él sabía que su
vecina trabajaba demasiado. También sabía que era lista. Lo suficiente para
haber encontrado una buena excusa para no ir con él y sus hijas ese fin de
semana si no hubiera querido, lo suficiente para evitar que la besara si no lo
deseaba. Y bastante lista para saber que él no era un hombre a quien le gustara
jugar, ni con los sentimientos de una mujer ni con los de él.
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