Los miércoles por la
tarde se cocinaba en la tienda. La tradición se había hecho posible porque el
edificio tenía un restaurante. Las instalaciones de cocina eran antiguas pero
funcionaban bien. Los clientes adoraban los bocadillos Victorianos y la cocina
era una de las aficiones favoritas de Selena... pero no de Miley. Selena no
podía recordar un solo miércoles en el que Miley hubiera hecho algo más que probar
los bollos.
Cuando Miley desenchufó de
nuevo la batidora, Selena inquirió:
—¿Entonces irás este fin
de semana con Nick a Nueva Orleáns?
Miley soltó la cuchara.
—¿Ya no es sagrada la
vida privada de nadie en este lugar? ¿Cómo te enteraste de que me invitó?
—Sus hijas no son muy
discretas que digamos, ¿sabes? —explicó Selena—. Al parecer tiene un tío
llamado Bill, que cuidaría de las chicas, pero no sé qué vas a hacer tú con la
tienda si te vas. Tendrás que dejarme a mí a cargo.
—No tengo por qué
preocuparme porque no iré. Eso ya lo sabe Nick —Miley siguió preparando la masa
de la tarta y luego la metió en el horno. Tardaría media hora en hacerse. Si
estaba treinta minutos sin nada que hacer, se volvería loca.
—Creo que él piensa que
sí irás.
—Eso es sólo porque no
me escucha —Miley podría preparar el merengue en esa media hora. Eso le daría
algo que hacer para calmar su nerviosismo—. Nick no me escucha. Es incapaz de
entender la palabra no. Es taimado y no tiene escrúpulos. Además, es un
mentiroso.
—¿De verdad? —preguntó Selena con fingido azoro—. Una diría al verlo que es la honradez
personificada.
—Basta de bromas, Selena. Hablo en serio —Miley comenzó a buscar en el armario de la cocina los
ingredientes para hacer el merengue—. Me llamó el jueves por la mañana,
consternado porque había sorprendido a Noel besándose con un chico. Sólo quería
comer conmigo y charlar, o al menos eso dijo —se volvió para mirar a Selena,
llena de indignación—. ¿Qué podía hacer? ¿Ignorarlo? Estaba preocupado. No,
podía dejarle...
—Por supuesto que no.
—Todo era una estrategia. Había alquilado una carroza tirada por caballos para dar un paseo
alrededor de la bahía, decidió que comeríamos en la hierba cerca del agua y,
para colmo, me llevó rosas.
—E1 muy perverso
—murmuró Selena con ironía.
—Me mintió, Selena. No
me invitó para hablar sobre su hija.
—Ni hablar, hay que
lincharlo —concluyó su amiga.
—Puedes tomarlo a broma,
pero no conoces toda la verdad —dijo Miley irritada. Comenzó a preparar el
merengue—. Angie me llamó el sábado pasado por la noche. Había preparado su
primera cena ella sola y estaba tan orgullosa que quería compartirla conmigo.
Yo no podía herir sus sentimientos.
—Por supuesto que no.
—De modo que fui a su
casa, esperando que fuéramos cuatro a la mesa. El menú fue pollo al vino,
champaña y brócoli. La mesa estaba adornada con velas y los cubiertos eran de
plata. Las chicas comenzaron a reírse como dos bobas en cuanto llegué.
—¿Y te dejaron sola con Nick?
—El estaba al tanto —Miley agitó una cuchara delante de su amiga—. Dejó que sus hijas idearan ese plan.
Sabe muy bien que las chicas se están encariñando mucho conmigo y se pasa la
vida diciendo que tengo una influencia positiva en ellas y cuánto me necesitan.
Está incitando deliberadamente a sus hijas a creer que puedo formar parte de
sus vidas.
—Ese tipo es un villano.
Un hombre que utiliza a sus propias hijas…
Miley ya no oía las bromas
de Selena. Su tono se volvió nostálgico, sus ojos se perdieron en la
distancia.
—Y nunca, nunca le
perdonaré lo de las camelias.
—¿Camelias?
—¿Recuerdas lo ocupadas
que estuvimos el lunes? No llegué a casa hasta tarde. Estaba tan cansada que
apenas podía andar. Lo único que deseaba era meterme en una bañera llena de
agua caliente y perfumada, de modo que subí por la escalera y... allí estaban.
Un enorme ramo de camelias blancas, delicadas, preciosas — miró a Selena con
desesperación—. Adoro las camelias.
Selena asintió.
—Ese hombre es un
auténtico rufián. No podía haber hecho nada más ruin que mandarte camelias.
—No puedo ir con él a
Nueva Orleáns. Le dije que no iría a Nueva Orleáns, que no quiero tener con él
una relación, que no quiero nada. Le dije que no y no hay vuelta de hoja, Selena. Simplemente tengo que alejarme de él.
Selena se dio cuenta de
la espantosa mezcla que su amiga estaba haciendo en lugar de merengue y se
apresuró a quitarle la cuchara y el tazón.
—Deja que sea yo quien
haga el merengue, querida.
—No. Puedo hacerlo yo.
Sé perfectamente bien lo que tengo que hacer... —las palabras se le
atragantaron en la garganta.
Miley siempre había sabido
lo que tenía que hacer y siempre lo había hecho bien. Hasta hacía poco. Ya no
se podía concentrar en su trabajo, en su vida, en nada. Nada tenía sentido ya.
El simple, práctico,
natural Nick había iniciado ese absurdo cortejo romántico cuando sabía que ella
tenía un problema.
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