POR FIN había
llegado el ansiado día. A partir de ahora todo iría bien. Demi caminó
con paso resuelto hacia un edificio estilo georgiano, construido con piedra.
Pero Demi no tenía tiempo para admirar la belleza
de la arquitectura. Su atención se concentraba en
la tarea que la aguardaba. Debía convencer a Joseph Jonas, de las empresas Jonas, de que ella era la persona que necesitaba. La señora Pennycook, su secretaria y asistente personal,
después de prestar un intachable
servicio durante años, esta a punto de jubilarse.
Sin duda, resultaría difícil
de reemplazar. Pero Demi se había tomado la molestia
de aprender todo lo posible de la señora Pennycook; qué hacía, cómo lo hacía y qué se suponía que debía saber la persona que un día la sustituyera.
Las oficinas de las
empresas Jonas reflejaban prosperidad. La fachada del edificio tenía una elegancia clásica
que contrastaba con el diseño moderno de las
grandes puertas de cristal oscuro, en las que se reflejó su figura. Al observarse, recobró la tranquilidad. Desde la cabeza hasta los pies,
presentaba la imagen de una secretaria eficiente. Se había asegurado, con mucho cuidado, de que su apariencia
fuera la adecuada para el puesto. Por supuesto, no había intentado imitar a la señora
Pennycook, pues pasaba de los cincuenta años,
pero sí trató
de presentar la imagen de una mujer eficiente, entre los veinticinco y los
treinta y cinco años, como decía el anuncio del periódico.
Demi tomó aire y empujó
una de las pesadas puertas. Dos chicas muy atractivas se encontraban detrás del escritorio de la recepción. Demi dio su nombre y el motivo de su visita y se
sentó a
esperar. Cinco minutos después, una de las
recepcionistas le pidió que la siguiera.
Llegaron en ascensor hasta el cuarto piso y allí,
la empleada guió a Demi hasta una oficina diseñada para satisfacer las exigencias de la tecnología moderna y agradar al visitante. Una mujer delgada,
de mirada despierta, se levantó para darle la
bienvenida.
—Buenos días —la tesitura de su voz era agradable—. Soy la señorita
Pennycook, la secretaria personal del señor Jonas.
— ¿Cómo está? —le sonrió Demi con educación.
La mujer le indicó un asiento y luego la miró
con franco interés, antes de revisar la carta de
solicitud de empleo que tenía sobre el
escritorio.
—Veo que vive en la ciudad, señorita Lovato.
—Así es. Me gusta ir
andando a mi trabajo.
— ¿Para mantenerse en forma?
—Sí —sonrió Demi, aunque su
vida era lo bastante activa como para poder prescindir de un ejercicio
programado.
—El señor Jonas prefiere a
alguien que viva en la ciudad, por eso se lo he preguntado —continuó la señorita Pennycook—.
Cree que los grandes desplazamientos acaban con la energía del trabajador.
Demi estuvo de
acuerdo con él, pero desde un punto de vista
diferente. Un viaje implicaba transporte, y éste
a su vez, dinero; en cambio, un paseo ahorraba las dos cosas. La señorita Pennycook no le hizo más preguntas, apretó
un botón del aparato de intercomunicación y le informó
a la áspera voz que le contestó que la candidata de las diez de la mañana había llegado.
« ¡Ni siquiera me anuncia por mi nombre!», pensó la chica con una
punzada de resentimiento. Se levantó y siguió a la señorita Pennycook,
quien abrió una puerta y le indicó que pasara delante. Entraron en una habitación espaciosa al fondo de la cual había un hombre tras un escritorio que se quedó observándola mientras se
aproximaba.
—Demetria Lovato, señor Jonas —dijo la señorita Pennycook y le tendió la carta de solicitud de empleo con una leve
sonrisa. Luego salió de la oficina, cerrando la
puerta tras ella.
__Siéntese, por favor —Joseph Jonas le indicó una silla que estaba frente al escritorio. Demi se inclinó para dejar su bolso en el suelo y después se sentó con la espalda rígida, las piernas cruzadas y las manos, todavía con los guantes puestos, entrelazadas en su
regazo. Estudió al hombre que leía su solicitud. Era bastante más joven de lo que había
imaginado, a lo sumo tendría treinta y seis años. Tenía el pelo castaño oscuro, la nariz recta, rota en alguna etapa de
su vida, y la boca amplia. Sus ojos reflejaban aburrimiento.
—Veo que actualmente trabaja, señorita Lovato —afirmó Joseph después
de un rato.
—Sí, para
Construcciones Pennington.
—Y antes fue profesora en un jardín de infancia.
—Sí.
— ¿Por qué cambió de profesión?
—levantó
sus ojos para mirarla.
—No tenía la suficiente
vocación para ser una buena maestra —respondió.
—Comprendo. ¿Y
por qué quiere cambiar de empleo?
—Por varias razones. En ese trabajo tengo pocas
posibilidades de ascender, y desde el punto de vista práctico, mi casa queda más
cerca de Empresas Jonas que de Construcciones Pennington.
—Y, desde luego, el sueldo que ofrezco es bastante más alto que el que ahora recibe —la observó fijamente—. ¿O ese detalle no
tiene importancia?
—Al contrario, señor Jonas, es importantísimo —replicó Demi con serenidad, decidida a no dejarse
intimidar.
Joseph Jonas leyó la lista de sus cualidades profesionales.
—Afirma que conoce los programas informáticos de oficina y que ha utilizado un procesador de
datos. Aquí también
empleamos una computadora para nuestro sistema de información. Y deseo aclarar que debido a mi trabajo debo
viajar con frecuencia al Lejano Oriente, a los países
árabes y a Reino Unido. Es esencial, por lo
tanto, que la persona que reemplace a la inapreciable señorita Pennycook sea capaz de tomar decisiones. ¿Podrá hacerlo? —preguntó.
—Sí —respondió Demi sin titubear.
Joseph Jonas asintió y continuó
bombardeándola con preguntas durante
varios minutos hasta que la chica se sintió
exhausta. Le agradeció a la señorita Pennycook que les llevara una bandeja con una
jarra de café y unas tazas. Pero la dejó encima de la mesa y no sirvió el café.
« ¿Será parte de la prueba?», se preguntó Demi, mientras se quitaba los guantes. Sirvió
el café en las tazas de porcelana y le
tendió una a Joseph; luego agregó una cucharadita de azúcar
a la suya, se sentó y bebió
el líquido con apreciación.
— ¿Cómo ha sabido que
tomo el café sin azúcar?
—dijo el empresario con
curiosidad.
—No lo sabía. He dejado el
azucarero a su alcance para que se sirva la que desee.
—Está bien. Ahora... —se detuvo de pronto y se quedó mirando la mano femenina—.
En su solicitud no menciona el hecho de que está
casada.
—No me ha parecido necesario porque soy viuda, señor Jonas —replicó.
Joseph Jonas se puso
de pie de un salto.
—Entonces, ¿por
qué no me lo ha dicho?
—No he creído que fuera
importante, señor Jonas —contestó Demi, sofocando su
indignada reacción.
— ¿Tiene hijos?
—No —lo miró sin alterarse.
Joseph correspondió en silencio a esa mirada durante
un rato tan largo, que la compostura de Demi estuvo a punto de desvanecerse.
Finalmente, él se encogió de hombros y le indicó que
lo siguiera.
—La señorita Pennycook le
va a hacer una prueba para constatar su eficiencia como mecanógrafa... y para comprobar su ortografía. ¿O el procesador de
palabras que usa corrige las faltas de ortografía
de manera automática?
—Puede hacerlo —admitió Demi—, pero yo no lo he programado para ello.
Él alzó una ceja, le
agradeció con indiferencia que hubiera
acudido a la cita y la aseguró que muy pronto
recibiría noticias sobre el resultado del
examen. Luego la dejó al cuidado de la señorita Pennycook.
Después de una hora de escribir a máquina el dictado de la señorita
Pennycook y la carta que había grabado Joseph Jonas, Demi se sentía exhausta. Entregó el resultado a la secretaria, que recibió las hojas de papel sin hacer ningún comentario y se las llevó
a su jefe. Después de dos o tres minutos, la señorita Pennycook regresó
y le pidió a Demi que pasara a ver al señor Jonas antes de irse.
Segura de que iba a
rechazarla sin ninguna piedad, cruzó el amplio despacho
manteniendo la cabeza erguida, y se detuvo ante el escritorio. Joseph dejó de leer lo que su secretaria acababa de entregarle
y se puso de pie.
—Lo había olvidado, señorita Lovato —comentó con rapidez—.
¿Quiere volverse hacia la luz?
Y, ante la sorpresa
de Demi, cogió una cámara
fotográfica y la retrató.
—Evita confusiones —le
dijo con indiferencia—. Cuando reviso
cada solicitud me gusta relacionarla con la persona adecuada.
—Muy práctico —dijo Demi, deseando estrangularlo. Le sonrió con educación—. Gracias por entrevistarme, señor Jonas. Adiós
—para su asombro, él le tendió
la mano. Se la cogió con nerviosismo, dudando que
fuera una señal de buena voluntad.
—Adiós, señorita Lovato —Joseph apretó la mano femenina de modo impersonal—. Nos pondremos en contacto con usted dentro de una
o dos semanas.
«Cuando haya entrevistado a una docena de ansiosas
solicitantes», pensó Demi con resentimiento. Se enfureció mientras bajaba a
la impresionante área de recepción. ¡Qué hombre tan repulsivo! ¿Así que necesitaba una fotografía para recordarla? Si por algún milagro, lograba conseguir el trabajo, haría que la recordara, de eso no le cabía la menor duda. Esbozó
una leve sonrisa. Para su sorpresa, las dos recepcionistas le sonrieron con amabilidad
al despedirse de ella. Sin duda trataban así
a todas las candidatas.
Demi consultó su reloj, y se asombró
al ver que casi era hora de comer. La entrevista le había ocupado toda la mañana.
Si Joseph Jonas dedicaba tanto tiempo a cada solicitud, pasarían semanas antes de recibir una contestación. Se sintió
deprimida, toda la seguridad que sentía
por la mañana se había desvanecido por culpa de ese hombre frío y antipático.
Caminó con rapidez hasta el centro comercial donde había quedado con Sue Rivers. Sue ya estaba en la
cafetería y, al verla, acercó una silla para Julia.
— ¿Y bien? —preguntó—. ¿Cómo te ha ido?
Demi dejó caer la silla.
—Estoy muerta —comentó.
—Ya lo noto —sonrió Sue con simpatía—. Te pediré
algo de comer.
Después de comer un sandwich y beber una taza de café, Demi empezó
a sentirse mejor. Incluso se rió por el detalle de
la fotografía.
— ¿Te hicieron una fotografía
cuando solicitaste tu trabajo, Sue?
— ¡Claro que no! A las humildes mecanógrafas nos entrevista el jefe de personal. Ni
siquiera hablamos con el señor Jonas.
— ¡Qué suerte tienes! —exclamó Demi.
Sue estaba ansiosa
por conocer los detalles y mostró gran curiosidad
cuando Demi le describió el contenido del
examen de taquigrafía.
—No te preocupes demasiado —le
aconsejó con amabilidad—. En realidad, no tienes necesidad de ese empleo.
Quiero decir, te gusta estar en Construcciones Pennington.
—Es cierto —Demi dio un respingo—. Por lo tanto, es mejor que vaya a la
oficina. Se supone que me he pasado la mañana
en
la
consulta del dentista.
Demi tuvo un leve
sentimiento de culpabilidad cuando llego a la calurosa oficina. El señor Keyes, el jefe del departamento de contabilidad,
solía enfadarse cuando llegaba tarde.
Por fortuna, cuando llegó, se hallaba sentada
tras su escritorio escribiendo a máquina a toda prisa.
Esa tarde cuando iba
hacia su casa, Demi fue presa de una terrible desilusión. Llevaba esperando ese día
mucho tiempo, lo había planeado todo para lograr sus
fines, incluso había utilizado a la pobre Sue. Como
de costumbre, la invadió la culpa, al recordar
el interés que había puesto para lograr la amistad de esa chica. Logan se hubiera horrorizado ante su falta de escrúpulos.
Él había
sido un hombre ejemplar, honesto y leal. Y demasiado joven para morir. La garganta
de Demi se cerró al evocar a su marido. Había muerto en un accidente ferroviario, pocos meses
después de casarse. A pesar de que habían pasado más
de seis años, a
Demi le costaba trabajo
creerlo. Un día era una mujer enamorada y
amada; al siguiente, una viuda, sola y desamparada.
Pero ahora Demi esperaba dar un giro positivo a su vida. Todas sus ambiciones estaban puestas
en poder trabajar para Empresas Jonas. Aunque Demi, ni en sus más descabellados sueños,
hubiera aspirado al puesto de secretaria del director general. Habría aceptado cualquier cosa, desde ser una empleada de
oficina hasta una simple mecanógrafa. Su trabajo en
Construcciones Pennington lo consideraba una preparación, un lugar donde practicar los conocimientos
adquiridos en la academia nocturna. Ese puesto no había
sido más que un trampolín para alcanzar su meta.
Algún día, le contaría todo a Sue Rivers: confesaría sus razones para iniciar esa amistad y para
negarse a verla por las tardes. A Demi le gustaría
tomarse un café o ir al cine con ella. Pero era
imposible. El riesgo era demasiado grande. Para que su plan tuviera éxito, Demi sabía
que su vida privada debía permanecer así, tan privada como fuera posible.
«Cuanto odio estos misterios», reflexionó
irritada, mientras caminaba por la avenida bordeada de árboles
y casas de la época de Eduardo VII, donde Logan y ella habían
establecido su hogar. Suspiró. Era absurdo sentir
tristeza por el pasado. Hacía mucho tiempo que
había escogido este camino. Si Joseph Jonas la elegía, estaría a salvo. Pero Demi sospechaba que no la consideraba
una candidata muy apropiada. No podía culparlo: a ella
tampoco le agradaba ese hombre. Pero después
de todo el trabajo que le había costado
transformarse en una secretaria perfecta, sería
decepcionante que fallara en la recta final.
Demi entró en la casa marcada con el número cuarenta y siete y gritó: «Ya estoy aquí». Se quedó inmóvil en el vestíbulo;
un bebé regordete empezó a caminar hacia ella, después se sentó de golpe en la
alfombra, con la carita sonriente y triunfal y le tendió los brazos.
— ¡Sam! —Exclamó Demi, medio
riéndose, medio llorando, al mismo
tiempo que cogía en brazos al niño y daba vueltas por la habitación, apretándolo con fuerza—. ¡Oh, Sam, eres un bebé muy, muy inteligente! ¡Has
andado!
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PRIMER CAPITULOOOOO!! BUENO COMO VEN, VOY A HACER LOS CAPS MAS LARGOS, XQ VOY A SUBIR UNA O DOS VECES POR SEMANA, SI LOS QUIEREN MAS CORTOS AVISEN, Y VEO QUE HAGO XD. QUIEN ES SAM? :O DEMI ENTRARA A TRABAJAR EN LAS EMPRESAS JONAS? MMM NO SE EEE, BUENO, OPINEN, COMENTEN Y LES SUBO EL PRIMER CAP DE LA OTRA NOVE NILEY :D BESITOS ☻
Ahhhhhhhhhhhhh!! me encantoooooo... super super el primer cap. ya muero x seguir leyendo toooda la nove jajaja sube prontoo.... a x cierto Hola, soy valeria, y tu blog me gusta mucho tus noves son geniales, yo tmb amo niley <3 y jemi y stoy haciendo mi nove! pasa x mi blog y leela ojala q te gustee!! sigue asi!! un besoooo http://valpal11.blogspot.com
ResponderEliminarMe encantooooo me dejas con la intriga de saber qien es el peqeño Sam... Ay un gran misterio qe emocion... Saludos Agus!!!
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