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jueves, 17 de mayo de 2012

Rendirse al Amor: CAPITULO 1


POR FIN había llegado el ansiado día. A partir de ahora todo iría bien. Demi caminó con paso resuelto hacia un edificio estilo georgiano, construido con piedra. Pero Demi no tenía tiempo para admirar la belleza de la arquitectura. Su atención se concentraba en la tarea que la aguardaba. Debía convencer a Joseph Jonas, de las empresas Jonas, de que ella era la persona que necesitaba. La señora Pennycook, su secretaria y asistente perso­nal, después de prestar un intachable servicio durante años, esta a punto de jubilarse. Sin duda, resultaría difícil de reemplazar. Pero Demi se había tomado la molestia de aprender todo lo posible de la señora Pennycook; qué hacía, cómo lo hacía y qué se suponía que debía saber la persona que un día la sustituyera.
Las oficinas de las empresas Jonas reflejaban prosperidad. La fachada del edificio tenía una elegancia clásica que contrastaba con el diseño moderno de las grandes puertas de cristal oscuro, en las que se reflejó su figura. Al observarse, recobró la tranquilidad. Desde la cabeza hasta los pies, presentaba la imagen de una secretaria eficiente. Se había asegurado, con mucho cuidado, de que su apariencia fuera la adecuada para el puesto. Por supuesto, no había intentado imitar a la señora Pennycook, pues pasaba de los cincuenta años, pero sí trató de presentar la imagen de una mujer eficiente, entre los veinticinco y los treinta y cinco años, como decía el anuncio del periódico.
Demi tomó aire y empujó una de las pesadas puertas. Dos chicas muy atractivas se encontraban detrás del escritorio de la recepción. Demi dio su nombre y el motivo de su visita y se sentó a esperar. Cinco minutos después, una de las recepcionistas le pidió que la siguiera. Llegaron en ascensor hasta el cuarto piso y allí, la empleada guióDemi hasta una oficina diseñada para satisfacer las exigencias de la tecnología moderna y agradar al visitante. Una mujer delgada, de mirada despierta, se levantó para darle la bienvenida.
Buenos días la tesitura de su voz era agradable. Soy la señorita Pennycook, la secretaria personal del señor Jonas.
— ¿Cómo está? le sonrió Demi con educación.
La mujer le indicó un asiento y luego la miró con franco interés, antes de revisar la carta de solicitud de empleo que tenía sobre el escritorio.
Veo que vive en la ciudad, señorita Lovato.
Así es. Me gusta ir andando a mi trabajo.
— ¿Para mantenerse en forma?
Sí sonrió Demi, aunque su vida era lo bastante activa como para poder prescindir de un ejercicio programado.
El señor Jonas prefiere a alguien que viva en la ciudad, por eso se lo he preguntado continuó la señorita Pennycook. Cree que los grandes desplazamientos acaban con la energía del tra­bajador.
Demi estuvo de acuerdo con él, pero desde un punto de vista diferente. Un viaje implicaba transporte, y éste a su vez, dinero; en cambio, un paseo ahorraba las dos cosas. La señorita Penny­cook no le hizo más preguntas, apretó un botón del aparato de intercomunicación y le informó a la áspera voz que le contestó que la candidata de las diez de la mañana había llegado.
« ¡Ni siquiera me anuncia por mi nombre!», pensó la chica con una punzada de resentimiento. Se levantó y siguió a la señorita Pennycook, quien abrió una puerta y le indicó que pasara delante. Entraron en una habitación espaciosa al fondo de la cual había un hombre tras un escritorio que se quedó observándola mientras se aproximaba.
—Demetria Lovato, señor Jonas dijo la señorita Pennycook y le tendió la carta de solicitud de empleo con una leve sonrisa. Luego salió de la oficina, cerrando la puerta tras ella.
__Siéntese, por favor —Joseph Jonas le indicó una silla que estaba frente al escritorio. Demi se inclinó para dejar su bolso en el suelo y después se sentó con la espalda rígida, las piernas cruzadas y las manos, todavía con los guantes puestos, entrelaza­das en su regazo. Estudió al hombre que leía su solicitud. Era bastante más joven de lo que había imaginado, a lo sumo tendría treinta y seis años. Tenía el pelo castaño oscuro, la nariz recta, rota en alguna etapa de su vida, y la boca amplia. Sus ojos reflejaban aburrimiento.
Veo que actualmente trabaja, señorita Lovato afirmó Joseph después de un rato.
Sí, para Construcciones Pennington.
Y antes fue profesora en un jardín de infancia.
Sí.
— ¿Por qué cambió de profesión? levantó sus ojos para mirarla.
No tenía la suficiente vocación para ser una buena maestra respondió.
Comprendo. ¿Y por qué quiere cambiar de empleo?
Por varias razones. En ese trabajo tengo pocas posibilida­des de ascender, y desde el punto de vista práctico, mi casa queda más cerca de Empresas Jonas que de Construcciones Pennington.
Y, desde luego, el sueldo que ofrezco es bastante más alto que el que ahora recibe la observó fijamente. ¿O ese detalle no tiene importancia?
Al contrario, señor Jonas, es importantísimo replicó Demi con serenidad, decidida a no dejarse intimidar.
Joseph Jonas leyó la lista de sus cualidades profesionales.
Afirma que conoce los programas informáticos de oficina y que ha utilizado un procesador de datos. Aquí también emplea­mos una computadora para nuestro sistema de información. Y deseo aclarar que debido a mi trabajo debo viajar con frecuencia al Lejano Oriente, a los países árabes y a Reino Unido. Es esencial, por lo tanto, que la persona que reemplace a la inapre­ciable señorita Pennycook sea capaz de tomar decisiones. ¿Podrá hacerlo? preguntó.
Sí respondió Demi sin titubear.
Joseph Jonas asintió y continuó bombardeándola con pregun­tas durante varios minutos hasta que la chica se sintió exhausta. Le agradeció a la señorita Pennycook que les llevara una bandeja con una jarra de café y unas tazas. Pero la dejó encima de la mesa y no sirvió el café.
« ¿Será parte de la prueba?», se preguntó Demi, mientras se quitaba los guantes. Sirvió el café en las tazas de porcelana y le tendió una a Joseph; luego agregó una cucharadita de azú­car a la suya, se sentó y bebió el líquido con apreciación.
— ¿Cómo ha sabido que tomo el café sin azúcar? dijo el empresario con curiosidad.
No lo sabía. He dejado el azucarero a su alcance para que se sirva la que desee.
Está bien. Ahora... se detuvo de pronto y se quedó mi­rando la mano femenina. En su solicitud no menciona el hecho de que está casada.
No me ha parecido necesario porque soy viuda, señor Jonas replicó.
Joseph Jonas se puso de pie de un salto.
Entonces, ¿por qué no me lo ha dicho?
No he creído que fuera importante, señor Jonas contestó Demi, sofocando su indignada reacción.
— ¿Tiene hijos?
No lo miró sin alterarse.
Joseph correspondió en silencio a esa mirada durante un rato tan largo, que la compostura de Demi estuvo a punto de desvanecerse. Finalmente, él se encogió de hombros y le indicó que lo siguiera.
La señorita Pennycook le va a hacer una prueba para cons­tatar su eficiencia como mecanógrafa... y para comprobar su ortografía. ¿O el procesador de palabras que usa corrige las faltas de ortografía de manera automática?
Puede hacerlo admitió Demi, pero yo no lo he programado para ello.
Él alzó una ceja, le agradeció con indiferencia que hubiera acudido a la cita y la aseguró que muy pronto recibiría noticias sobre el resultado del examen. Luego la dejó al cuidado de la señorita Pennycook.
Después de una hora de escribir a máquina el dictado de la señorita Pennycook y la carta que había grabado Joseph Jonas, Demi se sentía exhausta. Entregó el resultado a la secretaria, que recibió las hojas de papel sin hacer ningún comentario y se las llevó a su jefe. Después de dos o tres minutos, la señorita Penny­cook regresó y le pidióDemi que pasara a ver al señor Jonas antes de irse.
Segura de que iba a rechazarla sin ninguna piedad, cruzó el amplio despacho manteniendo la cabeza erguida, y se detuvo ante el escritorio. Joseph dejó de leer lo que su secretaria acaba­ba de entregarle y se puso de pie.
Lo había olvidado, señorita Lovato comentó con rapi­dez. ¿Quiere volverse hacia la luz?
Y, ante la sorpresa de Demi, cogió una cámara fotográfica y la retrató.
Evita confusiones le dijo con indiferencia. Cuando re­viso cada solicitud me gusta relacionarla con la persona adecuada.
Muy práctico dijo Demi, deseando estrangularlo. Le son­rió con educación. Gracias por entrevistarme, señor Jonas. Adiós para su asombro, él le tendió la mano. Se la cogió con nerviosismo, dudando que fuera una señal de buena voluntad.
Adiós, señorita Lovato —Joseph apretó la mano feme­nina de modo impersonal. Nos pondremos en contacto con usted dentro de una o dos semanas.
«Cuando haya entrevistado a una docena de ansiosas solici­tantes», pensó Demi con resentimiento. Se enfureció mientras ba­jaba a la impresionante área de recepción. ¡Qué hombre tan repulsivo! ¿Así que necesitaba una fotografía para recordarla? Si por algún milagro, lograba conseguir el trabajo, haría que la recordara, de eso no le cabía la menor duda. Esbozó una leve sonrisa. Para su sorpresa, las dos recepcionistas le sonrieron con amabilidad al despedirse de ella. Sin duda trataban así a todas las candidatas.
Demi consultó su reloj, y se asombró al ver que casi era hora de comer. La entrevista le había ocupado toda la mañana. Si Joseph Jonas dedicaba tanto tiempo a cada solicitud, pasarían semanas antes de recibir una contestación. Se sintió deprimida, toda la seguridad que sentía por la mañana se había desvanecido por culpa de ese hombre frío y antipático.
Caminó con rapidez hasta el centro comercial donde había quedado con Sue Rivers. Sue ya estaba en la cafetería y, al verla, acercó una silla para Julia.
— ¿Y bien? preguntó—. ¿Cómo te ha ido?
Demi dejó caer la silla.
Estoy muerta comentó.
Ya lo noto sonrió Sue con simpatía. Te pediré algo de comer.
Después de comer un sandwich y beber una taza de caféDemi empezó a sentirse mejor. Incluso se rió por el detalle de la fo­tografía.
— ¿Te hicieron una fotografía cuando solicitaste tu trabajo, Sue?
— ¡Claro que no! A las humildes mecanógrafas nos entrevista el jefe de personal. Ni siquiera hablamos con el señor Jonas.
— ¡Qué suerte tienes! exclamó Demi.
Sue estaba ansiosa por conocer los detalles y mostró gran curiosidad cuando Demi le describió el contenido del examen de taquigrafía.
No te preocupes demasiado le aconsejó con amabili­dad. En realidad, no tienes necesidad de ese empleo. Quiero decir, te gusta estar en Construcciones Pennington.
Es cierto Demi dio un respingo. Por lo tanto, es mejor que vaya a la oficina. Se supone que me he pasado la mañana en la consulta del dentista.     
Demi tuvo un leve sentimiento de culpabilidad cuando llego a la calurosa oficina. El señor Keyes, el jefe del departamento de contabilidad, solía enfadarse cuando llegaba tarde. Por fortuna, cuando llegó, se hallaba sentada tras su escritorio escribiendo a máquina a toda prisa.
Esa tarde cuando iba hacia su casa, Demi fue presa de una terrible desilusión. Llevaba esperando ese día mucho tiempo, lo había planeado todo para lograr sus fines, incluso había utilizado a la pobre Sue. Como de costumbre, la invadió la culpa, al recor­dar el interés que había puesto para lograr la amistad de esa chica. Logan se hubiera horrorizado ante su falta de escrúpulos. Él había sido un hombre ejemplar, honesto y leal. Y demasiado joven para morir. La garganta de Demi se cerró al evocar a su marido. Había muerto en un accidente ferroviario, pocos meses después de casarse. A pesar de que habían pasado más de seis años, a  Demi le costaba trabajo creerlo. Un día era una mujer enamorada y amada; al siguiente, una viuda, sola y desamparada.
Pero ahora Demi esperaba dar un giro positivo a su vida. Todas sus ambiciones estaban puestas en poder trabajar para Empresas Jonas. Aunque Demi, ni en sus más descabellados sue­ños, hubiera aspirado al puesto de secretaria del director general. Habría aceptado cualquier cosa, desde ser una empleada de ofi­cina hasta una simple mecanógrafa. Su trabajo en Construcciones Pennington lo consideraba una preparación, un lugar donde prac­ticar los conocimientos adquiridos en la academia nocturna. Ese puesto no había sido más que un trampolín para alcanzar su meta.
Algún día, le contaría todo a Sue Rivers: confesaría sus razo­nes para iniciar esa amistad y para negarse a verla por las tardes. A Demi le gustaría tomarse un café o ir al cine con ella. Pero era imposible. El riesgo era demasiado grande. Para que su plan tuviera éxito, Demi sabía que su vida privada debía permanecer así, tan privada como fuera posible.
«Cuanto odio estos misterios», reflexionó irritada, mientras caminaba por la avenida bordeada de árboles y casas de la época de Eduardo VII, donde Logan y ella habían establecido su ho­gar. Suspiró. Era absurdo sentir tristeza por el pasado. Hacía mucho tiempo que había escogido este camino. Si Joseph Jonas la elegía, estaría a salvo. Pero Demi sospechaba que no la considera­ba una candidata muy apropiada. No podía culparlo: a ella tam­poco le agradaba ese hombre. Pero después de todo el trabajo que le había costado transformarse en una secretaria perfecta, sería decepcionante que fallara en la recta final.
Demi entró en la casa marcada con el número cuarenta y siete y gritó: «Ya estoy aquí». Se quedó inmóvil en el vestíbulo; un bebé regordete empezó a caminar hacia ella, después se sentó de golpe en la alfombra, con la carita sonriente y triunfal y le tendió los brazos.
— ¡Sam! Exclamó Demi, medio riéndose, medio llorando, al mismo tiempo que cogía en brazos al niño y daba vueltas por la habitación, apretándolo con fuerza. ¡Oh, Sam, eres un bebé muy, muy inteligente! ¡Has andado!


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PRIMER CAPITULOOOOO!! BUENO COMO VEN, VOY A HACER LOS CAPS MAS LARGOS, XQ VOY A SUBIR UNA O DOS VECES POR SEMANA, SI LOS QUIEREN MAS CORTOS AVISEN, Y VEO QUE HAGO XD. QUIEN ES SAM? :O DEMI ENTRARA A TRABAJAR EN LAS EMPRESAS JONAS? MMM NO SE EEE, BUENO, OPINEN, COMENTEN Y LES SUBO EL PRIMER CAP DE LA OTRA NOVE NILEY :D BESITOS ☻

2 comentarios:

  1. Ahhhhhhhhhhhhh!! me encantoooooo... super super el primer cap. ya muero x seguir leyendo toooda la nove jajaja sube prontoo.... a x cierto Hola, soy valeria, y tu blog me gusta mucho tus noves son geniales, yo tmb amo niley <3 y jemi y stoy haciendo mi nove! pasa x mi blog y leela ojala q te gustee!! sigue asi!! un besoooo http://valpal11.blogspot.com

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  2. Me encantooooo me dejas con la intriga de saber qien es el peqeño Sam... Ay un gran misterio qe emocion... Saludos Agus!!!

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