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domingo, 6 de mayo de 2012

Ola de Calor: Capitulo 43


Hasta el día anterior al mediodía, ella se había aferrado a la esperanza de que hubiera una razón evidente que explicara el cambio de conducta de Nick. Aunque había concluido el tratamiento prescrito por el ginecólogo, no pudo concertar una cita con su médico para decidir el tratamiento a seguir después hasta el día anterior. Lo lógico era que Nick hubiera evitado todo contacto físico hasta que ella recibiera la autorización del médico. Sin embargo, la noche anterior Miley había logrado dejar caer un "ya estoy bien" mientras cenaba con Nick y las chicas y él ni siquiera había parpadeado. Más importante aún, muchísimas horas habían pasado desde la noche anterior y esa noche.
Comenzaba a desesperarse.
Nick le tenía cariño. De eso estaba segura. Procuraba estar con ella la mayor parte de su tiempo libre.  Miley sabía que no recibiría un premio como la madrastra perfecta, pero quería de verdad a Angie y Noel. Y Nick fue quien la animó a que estableciera una relación cada vez más estrecha con las chicas.
Lo que más le importaba, era que Nick había cambiado. ¿No se daba cuenta él? El trabajo ya no era toda su vida. Todavía se preocupaba cuando sus hijas hacían algo que no le gustaba, pero eso no tenía importancia; era un padre maravilloso, al menos convivía más con ellas. Sólo necesitaba alguien que le dijera que todo estaba bien. Alguien que le hiciera reír, alguien con quien se sintiera a gusto, que lo aceptara tal como era... y como quería ser.
Miley estaba convencida de que tenía algo que ver con que él hubiera cambiado. Había pensado que él estaba cambiando en aspectos que le hacían ser mejor, que enriquecían su personalidad, que afinaban su sensibilidad. Había pensado que, quizá... quizá él había encontrado en ella algo que realmente le importaba.
Había pensado que la quería.
Miley se peinó el pelo mojado. El dolor que sentía la desgarraría si no tenía cuidado. Era más fácil soportar la ira y, ciertamente, también sentía eso.
¿No tenía acaso una razón? Nick la había hecho conocer el amor y el deseo y luego se había olvidado de ello. La había hecho desear con vehemencia y luego la había obligado a enfrentarse a cosas terribles, a hablar de cosas bochornosas, mortificantes, la había llevado a ver a una ginecóloga y todo como si fuera la cosa más natural entre un hombre y una mujer que se quieren. Y luego adoptaba otra vez la actitud de un buen amigo... y nada más.
Miley aceptaría eso si tuviera sentido, pero era absurdo. Nick no la lastimaría deliberadamente, de eso estaba segura. Tenía una faceta maliciosa, pero era honrado y sincero. Si hubiera dejado de quererla, habría cortado su relación sin recovecos.
Y la única explicación que Miley podía encontrar era que Nick pudo haber hallado algo sobre lo que no podía ser sincero... que no podía afrontar... no por sí solo, al menos.
Dios sabía que Miley entendía muy bien las dimensiones de ese tipo de problemas y estaba a punto de llegar a su habitación cuando se le ocurrió algo. Maldición, pensó.
De repente soltó la toalla, se puso una bata, fue al estudio y llamó a su vecino. El teléfono sonó una vez. Luego otra vez y otra. Nick levantó el auricular cuando iba a sonar una cuarta vez. Era evidente que había estado dormido, porque su voz era adormilada y ronca.
La de Miley era beligerante.
—Necesito tu ayuda, Larson. Un grifo está goteando.
Hubo una breve pausa.
—¿Ahora?
—Ahora.
—Querida, es casi medianoche.
—El ruido no me deja dormir.
—¿De verdad?
—Y tengo miedo de que haya una inundación.
—Está bien, preciosa. Estaré allí dentro de un momento.
Colgó. Miley tembló de pies a cabeza. Nick podía haberle enseñado que la sinceridad es muy importante en las relaciones... pero también le había enseñado que una estratagema funcionaba mejor cuando el asunto era espinoso.
Y ningún problema podía ser más espinoso que el suyo. Miley miró el reloj. Nick tardaría tres minutos en ponerse los pantalones. Eso le dejaba a ella apenas el tiempo suficiente para ajustarse la bata, peinarse y bajar a abrir la puerta.
Un trueno se oyó muy cerca, cuando ella abrió la puerta de atrás. Nick entró en la cocina con una caja de herramientas en la mano. Miró a su vecina y sonrió.
—Bien. ¿En dónde está el problema?
—En el cuarto de baño de arriba.
—Ah.
Miley subió por la escalera delante de él. Nick dejó la caja de herramientas en el suelo del cuarto de baño y revisó el impecable lavabo de mármol negro con expresión ceñuda.
—Parece muy serio.
—Lo sé.
—Soy bastante hábil, pero me temo que esto es tan grave que necesitarás un fontanero profesional.
—Ya me lo temía.
—¿Sabes dónde van las tuberías del lavabo?
—Allí.
—¿Adonde?
Miley hizo un movimiento vago con la mano.
—Allí.

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