Traducción
de la jerga de los marines
Unidad Alfa: esposa de un marine
Sabía que su color favorito era el azul.
Sabía que era alérgica a las fresas, pero
que de todas formas a veces las comía.
Sabía que sus ojos de color azul cambiaban de color dependiendo de su humor.
Sabía que tenía una cicatriz en el muslo
por un accidente de bicicleta que tuvo de niña.
Nick conocía a Miley Newton
íntimamente, aunque jamás se habían visto. Eso iba a cambiar en aproximadamente
noventa segundos, pensó, mientras levantaba la mano para llamar a la puerta de
su casa, en Carolina del Sur.
El olor a mar era mucho mejor que el olor
a antiséptico...del centro de rehabilitación.
Le dolía la pierna de tenerla doblada
durante tantas horas en el avión, de modo que se apoyó en la pared. Pero no
hubo respuesta y volvió a pulsar el timbre, con más insistencia.
Oyó ruido de pasos, un tropezón y luego
más pasos, hasta que, por fin... Una mujer rubia, despeinada y medio dormida,
abrió la puerta tapándose los ojos con la mano para evitar el sol. Vestida con
una camiseta arrugada y unos vaqueros cortos que dejaban al descubierto sus
largas y torneadas piernas, Miley Newton se quedó mirándolo.
—¿Quién es...?
—Nicholas Armstrong —la interrumpió él,
preguntándose si Miley sabría que la camiseta marcaba sus pezones—. Era amigo
de...
—Liam —terminó ella la frase, con
expresión triste—. Me habló de ti en sus cartas. El Ángel negro.
Se le encogió el estómago al oír ese
apodo. Sus compañeros lo llamaban así porque tenía el pelo y los ojos negros. Y
el humor. Antes del accidente, solía estar enfadado casi todo el tiempo.
Seguramente porque llevaba peleándose con su padrastro desde la pubertad. Lo de
«ángel» era porque había sacado a varios compañeros de alguna situación
comprometida.
Pero no a Liam, pensó. A Liam no había
podido salvarlo.
Miley Newton dio un paso atrás y le hizo
un gesto con la mano.
—Entra, por favor.
Nick la siguió al interior de la casa.
Con los nervios, Miley se golpeó la espinilla con el pico de una mesa y
masculló una maldición.
—¿Quieres que encienda la luz?
—No, yo lo haré —contestó ella, subiendo
la persiana del salón. El sofá estaba cubierto por una tela oscura, en las
paredes no había cuadros ni fotografías y tampoco alfombras en el suelo—.
Anoche trabajé hasta las tantas... bueno, hasta la madrugada, en realidad. Y me
he quedado dormida —añadió, volviéndose hacia él... y tropezando de nuevo.
Nick, instintivamente, la sujetó del
brazo. Estaban tan cerca que podía contar sus pecas. Había oído historias sobre
los sitios donde tenía pecas...
—¿Qué hora es? —preguntó ella entonces
con una voz ronca que le resultó muy excitante.
Todo le resultaba excitante. Llevaba
demasiado tiempo sin acostarse con una mujer.
—Catorce... —Nick se detuvo, recordando
que no tenía que hablar en términos militares—. Las dos.
Miley hizo una mueca.
—No sabía que fuera tan tarde.
En ese momento, un gato entró en el salón
y se arrimó a su pierna.
—Ay, pobre Oscar. Seguro que tiene hambre
—murmuró, acariciándolo—. Voy a hacer café.
Dio un paso, estuvo a punto de tropezar
con el gato y luego salió de la habitación.
«Un poquito despistada por las mañanas»,
le había dicho Liam. Aunque ya no era por la mañana para la mayoría de los seres
humanos.
Nick miró alrededor. No parecía un
hogar. Y eso no podía ser. Liam había descrito a Miley como una mujer que nunca
dejaba de crear, de decorar, que no conocía el significado de la palabra soso.
Pero aquella habitación era definitivamente sosa.
Nick asomó la cabeza en la cocina. Era
pequeña, pero soleada, con el fregadero y la encimera muy limpios. No había
mesa, sólo una silla sobre la que había un cuaderno de dibujo, una caja de
cereales y unos bollos de crema.
«Los bollos de crema significan síndrome
premenstrual o fecha de entrega».
—¿Tienes que entregar un trabajo
urgentemente?
Ella asintió.
—Sí, me quedé atrás cuando Liam... —Miley no terminó la frase—. Durante un tiempo, no podía dibujar. Ahora puedo, pero no
sé si me gusta lo que hago. No me apetece usar colores alegres y se supone que
debo ilustrar libros para niños. Tres. Sólo me salen escenas grises, lluviosas...
Nick empezó a sospechar.
—Ésta parece una playa muy agradable. ¿Te
gustan tus vecinos?
Miley se pasó una mano por el pelo.
—No he tenido tiempo de conocerlos. No
salgo mucho.
La sospecha se intensificó.
—Yo voy a quedarme aquí durante algún
tiempo. ¿Puedes recomendarme un par de restaurantes?
—No. La verdad es que salgo poco.
Él asintió, pasándose una mano por el
mentón. De modo que la preocupación de Liam estaba justificada... su mujer se
había vuelto una ermitaña.
—No tengo leche —dijo Miley, sacando dos
tazas del armario—. ¿Quieres azúcar?
—No, gracias. Prefiero el café solo.
Ella lo miró entonces, en silencio.
—Liam te admiraba mucho.
—Era mutuo. Liam era una persona querida y
respetada por todos. Y hablaba de ti todo el tiempo.
—Ah, pues supongo que se aburrirían mucho.
Nick negó con la cabeza.
—No, era una forma de romper la tensión.
Siento no haber podido ir a su funeral... El médico no quiso darme el alta.
—Sé que has estado en el hospital
—murmuró ella, bajando la mirada—. Yo no quería que Liam entrara en los marines.
Fue una de nuestras pocas discusiones.
—¿Por qué? ¿Te parecía demasiado
peligroso?
—Cuando se alistó, yo no sabía lo
peligroso que era. Lo que no quería era ir de un sitio para otro. Quería un
hogar.
—Pero cuando Liam murió, te viniste aquí,
a la playa.
Miley sacudió la cabeza.
—Demasiados recuerdos. Sentía que me
chocaba con él, con nuestros sueños, cada cinco minutos —contestó, mirándolo a
los ojos—. Bueno, ¿y a qué has venido?
Como no quería contarle lo que Liam le
había pedido, Nick carraspeó.
—Casi he terminado la rehabilitación y no
quería seguir en el centro, así que decidí que un par de semanas en la playa
antes de empezar a trabajar me vendrían muy bien.
—¿Por qué aquí precisamente?
—Porque es un sitio muy tranquilo —sonrió Nick—. Si me caigo de bruces mientras corro por la playa, no me verá mucha
gente.
Ella sonrió. Seguía mirándolo con
expresión escéptica, pero más divertida.
—Algo me dice que no tienes mucha
experiencia cayéndote de bruces.
—Hasta este año, no.
La sonrisa de Miley desapareció.
—Lo siento.
—Y yo siento lo de Liam.
—Gracias. Yo también. Si esto era una
visita de cortesía, dalo por hecho.
Nick asintió, aunque no pensaba decirle
adiós tan deprisa. Miley Newton vivía en la playa, pero estaba pálida y tenía
ojeras. Su delgadez era preocupante y parecía como si... como si estuviera en
punto muerto.
Y él quería que, al menos, metiera la
primera.
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PRIMER CAPITULO :D subo uno mas y listo, no se emocionen xD
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