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lunes, 21 de mayo de 2012

Entre el deber y el deseo: 1


Traducción de la jerga de los marines
 Unidad Alfa: esposa de un marine
Sabía que su color favorito era el azul.
Sabía que era alérgica a las fresas, pero que de todas formas a veces las comía.
Sabía que sus ojos de color azul cambiaban de color dependiendo de su humor.
Sabía que tenía una cicatriz en el muslo por un accidente de bicicleta que tuvo de niña.
Nick conocía a Miley Newton íntimamente, aunque jamás se habían visto. Eso iba a cambiar en aproximadamente noventa segundos, pensó, mientras levantaba la mano para llamar a la puerta de su casa, en Carolina del Sur.                                  
El olor a mar era mucho mejor que el olor a antiséptico...del centro de rehabilitación.
Le dolía la pierna de tenerla doblada durante tantas horas en el avión, de modo que se apoyó en la pared. Pero no hubo respuesta y volvió a pulsar el timbre, con más insistencia.
Oyó ruido de pasos, un tropezón y luego más pasos, hasta que, por fin... Una mujer rubia, despeinada y medio dormida, abrió la puerta tapándose los ojos con la mano para evitar el sol. Vestida con una camiseta arrugada y unos vaqueros cortos que dejaban al descubierto sus largas y torneadas piernas, Miley Newton se quedó mirándolo.
—¿Quién es...?                                        
—Nicholas Armstrong —la interrumpió él, preguntándose si Miley sabría que la camiseta marcaba sus pezones—. Era amigo de...
—Liam —terminó ella la frase, con expresión triste—. Me habló de ti en sus cartas. El Ángel negro.
Se le encogió el estómago al oír ese apodo. Sus compañeros lo llamaban así porque tenía el pelo y los ojos negros. Y el humor. Antes del accidente, solía estar enfadado casi todo el tiempo. Seguramente porque llevaba peleándose con su padrastro desde la pubertad. Lo de «ángel» era porque había sacado a varios compañeros de alguna situación comprometida.
Pero no a Liam, pensó. A Liam no había podido salvarlo.
Miley Newton dio un paso atrás y le hizo un gesto con la mano.
—Entra, por favor.
Nick la siguió al interior de la casa. Con los nervios, Miley se golpeó la espinilla con el pico de una mesa y masculló una maldición.
—¿Quieres que encienda la luz?
—No, yo lo haré —contestó ella, subiendo la persiana del salón. El sofá estaba cubierto por una tela oscura, en las paredes no había cuadros ni fotografías y tampoco alfombras en el suelo—. Anoche trabajé hasta las tantas... bueno, hasta la madrugada, en realidad. Y me he quedado dormida —añadió, volviéndose hacia él... y tropezando de nuevo.
Nick, instintivamente, la sujetó del brazo. Estaban tan cerca que podía contar sus pecas. Había oído historias sobre los sitios donde tenía pecas...
—¿Qué hora es? —preguntó ella entonces con una voz ronca que le resultó muy excitante.
Todo le resultaba excitante. Llevaba demasiado tiempo sin acostarse con una mujer.
—Catorce... —Nick se detuvo, recordando que no tenía que hablar en términos militares—. Las dos.
Miley hizo una mueca.
—No sabía que fuera tan tarde.
En ese momento, un gato entró en el salón y se arrimó a su pierna.
—Ay, pobre Oscar. Seguro que tiene hambre —murmuró, acariciándolo—. Voy a hacer café.
Dio un paso, estuvo a punto de tropezar con el gato y luego salió de la habitación.
«Un poquito despistada por las mañanas», le había dicho Liam. Aunque ya no era por la mañana para la mayoría de los seres humanos.
Nick miró alrededor. No parecía un hogar. Y eso no podía ser. Liam había descrito a Miley como una mujer que nunca dejaba de crear, de decorar, que no conocía el significado de la palabra soso. Pero aquella habitación era definitivamente sosa.
Nick asomó la cabeza en la cocina. Era pequeña, pero soleada, con el fregadero y la encimera muy limpios. No había mesa, sólo una silla sobre la que había un cuaderno de dibujo, una caja de cereales y unos bollos de crema.
«Los bollos de crema significan síndrome premenstrual o fecha de entrega».
—¿Tienes que entregar un trabajo urgentemente?
Ella asintió.
—Sí, me quedé atrás cuando Liam... —Miley no terminó la frase—. Durante un tiempo, no podía dibujar. Ahora puedo, pero no sé si me gusta lo que hago. No me apetece usar colores alegres y se supone que debo ilustrar libros para niños. Tres. Sólo me salen escenas grises, lluviosas...
Nick empezó a sospechar.
—Ésta parece una playa muy agradable. ¿Te gustan tus vecinos?
Miley se pasó una mano por el pelo.
—No he tenido tiempo de conocerlos. No salgo mucho.
La sospecha se intensificó.
—Yo voy a quedarme aquí durante algún tiempo. ¿Puedes recomendarme un par de restaurantes?
—No. La verdad es que salgo poco.
Él asintió, pasándose una mano por el mentón. De modo que la preocupación de Liam estaba justificada... su mujer se había vuelto una ermitaña.
—No tengo leche —dijo Miley, sacando dos tazas del armario—. ¿Quieres azúcar?
—No, gracias. Prefiero el café solo.
Ella lo miró entonces, en silencio.
—Liam te admiraba mucho.
—Era mutuo. Liam era una persona querida y respetada por todos. Y hablaba de ti todo el tiempo.
—Ah, pues supongo que se aburrirían mucho.
Nick negó con la cabeza.
—No, era una forma de romper la tensión. Siento no haber podido ir a su funeral... El médico no quiso darme el alta.
—Sé que has estado en el hospital —murmuró ella, bajando la mirada—. Yo no quería que Liam entrara en los marines. Fue una de nuestras pocas discusiones.
—¿Por qué? ¿Te parecía demasiado peligroso?
—Cuando se alistó, yo no sabía lo peligroso que era. Lo que no quería era ir de un sitio para otro. Quería un hogar.
—Pero cuando Liam murió, te viniste aquí, a la playa.
Miley sacudió la cabeza.
—Demasiados recuerdos. Sentía que me chocaba con él, con nuestros sueños, cada cinco minutos —contestó, mirándolo a los ojos—. Bueno, ¿y a qué has venido?
Como no quería contarle lo que Liam le había pedido, Nick carraspeó.                
—Casi he terminado la rehabilitación y no quería seguir en el centro, así que decidí que un par de semanas en la playa antes de empezar a trabajar me vendrían muy bien.
—¿Por qué aquí precisamente?
—Porque es un sitio muy tranquilo —sonrió Nick—. Si me caigo de bruces mientras corro por la playa, no me verá mucha gente.
Ella sonrió. Seguía mirándolo con expresión escéptica, pero más divertida.
—Algo me dice que no tienes mucha experiencia cayéndote de bruces.
—Hasta este año, no.
La sonrisa de Miley desapareció.
—Lo siento.
—Y yo siento lo de Liam.
—Gracias. Yo también. Si esto era una visita de cortesía, dalo por hecho.
Nick asintió, aunque no pensaba decirle adiós tan deprisa. Miley Newton vivía en la playa, pero estaba pálida y tenía ojeras. Su delgadez era preocupante y parecía como si... como si estuviera en punto muerto.
Y él quería que, al menos, metiera la primera.

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PRIMER CAPITULO :D subo uno mas y listo, no se emocionen xD

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