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domingo, 6 de mayo de 2012

Ola de Calor: Capitulo 41


El siguiente jueves por la noche, Miley entró en su casa a las nueve después de haber jugado un partido de tenis con sus tres vecinos, los Larson. Fue divertidísimo. Nick era el único que sabía jugar; las tres mujeres no habían hecho más que correr detrás de las pelotas. Todos se rieron de lo lindo, pero Miley no se reía mientras iba a la ducha.
Si Nick estaba intentando volverla loca, lo estaba logrando.
Esa noche jugaron tenis. La noche anterior Miley había tenido que trabajar hasta tarde y toda la familia había aparecido con comida que habían comprado en un restaurante para que ella no tuviera que cocinar. El martes Nick le había pedido que lo acompañara a comprar el regalo de cumpleaños de Angie y el lunes todos se habían subido al coche para ir de compras al supermercado.
Ninguna de esas salidas tenía nada de malo. Sin embargo, todas le recordaron a Miley lo inexorablemente que las dos casas se estaban uniendo. Las chicas tenían desde hacía algún tiempo llave de la casa de Miley. La marca favorita de té de Miley estaba en el armario de la cocina de Nick; la llave inglesa de él estaba en la caja de herramientas de Miley y su casa estaba llena de zapatos, suéteres y cintas de música de las chicas.
Se dijo que semejante estado de cosas era muy natural cuando los dos adultos en cuestión estaban a punto de formar una alianza permanente. Esa semana apenas había tenido un minuto libre para ella misma, no podía dudar que él estuviera pensando en casarse. Una docena de veces ella se había dicho que no había cambiado nada, pero sí había cambiado. ¡Oh, Dios, había cambiado!
De repente Nick se comportaba como todo un caballero y como el mejor amigo de una mujer a la que cuidaba y de la que se sentía responsable.
Y, sin embargo, se había mantenido física y emocionalmente tan apartado como si ella tuviera una enfermedad contagiosa.
Hacia medianoche, Miley seguía sin poder conciliar el sueño. Fue a servirse una copa de jerez, abrió la puerta de su balcón y se sentó a contemplar la noche estrellada. La casa de sus vecinos estaba a oscuras. Se dijo que el ambiente la invitaba a meditar y soñar. El aire era caluroso y húmedo y olía a rosas. Nadie podría evitar sentirse romántico en una noche así.
Melancólica, Miley le dio un trago a su jerez.
—Hola, preciosa.
Sobresaltada, miró al tercer piso de la casa de al lado. Sólo pudo ver la silueta recortada de su vecino en su propio balcón. No sabía cuánto tiempo llevaría allí.
—¿No podías dormir?
—No —murmuró ella.
En ese momento se dio cuenta de que desde su balcón él podía ver claramente la habitación de ella y se preguntó cuántas veces se habría desnudado con la luz encendida pensando que nadie la veía.
—Con frecuencia, querida —dijo como leyéndole el pensamiento.
—¿Qué?
Nick charló un rato. ¿Sobre qué? Miley no tenía la menor idea. Lo que importaba era que él quería charlar. Ella notó que su voz contenía una nota de ansiedad. Miley sólo llevaba puesto un camisón. No le había parecido necesario ponerse una bata. Hacía calor, estaba oscuro, era más de medianoche. El no podía verla, nadie podía verla, pero sintió como si los ojos de él se clavaran en ella. Cuando hablaba era como si la acariciara. Lo sentía muy cerca. Solitario en su cuarto del tercer piso.
—Nick —dijo ella de repente, con suavidad—. Si hay algo que te preocupe, dímelo.
—¿Algo que me preocupe?
Miley aspiró a fondo.
—Algo de lo que quieras hablar...
Nick vaciló.
—Hay algo.
Miley se dio ánimos para aguantar el golpe. Estaba dispuesta a mostrarse comprensiva y tolerante cuando él le dijera la verdadera razón por la que se estaba volviendo frío y distante con ella.
—Estoy bastante confuso sobre las retenciones de este mes. Tú llenas las mismas hojas de impuestos para empresarios autónomos, ¿verdad?
Las cuerdas vocales de Miley tardaron un momento en funcionar.
—¿Impuestos? ¿Quieres hablar de impuestos?
Así era y él habló del asunto hasta casi las dos de la madrugada. Miley abrió la boca dos veces para intentar cambiar de tema, pero no lo consiguió. ¿Cómo podía una mujer, después de todo, preguntarle a un hombre cuál era la razón por la que había perdido interés en mandarle camelias?
El agotamiento hizo presa de ella el viernes. Se había quedado dormida en el sofá cuando el teléfono, inclemente, sonó a las once.
—Tengo problemas, preciosa.
Si hubiera hablado en serio, ella habría acudido a toda prisa a ayudarle. Si la hubiera necesitado, acudiría a él, pero la forma en la que pronunció la palabra "preciosa" carecía por completo de seriedad. Miley no podía aguantar más, no esa noche.
—Nick —dijo con suavidad—. No.
—¿No qué?
—No juegues conmigo. Si tu manera de apartarte de mí sin lastimarme es comportarte como un mero amigo, preferiría...
—No entiendo de qué estás hablando, pero no es hora de discutir. Tengo un problema de verdad.
—Sí, claro —repuso ella con ironía.
—Hay unas trece chicas abajo. Me echaron al tercer piso en cuanto se pusieron los pijamas.
—No iré —declaró Miley con firmeza.
—Pensé que se dormirían. Pero nunca se dormirán. No sabes lo que parece mi cuarto de estar. Oh, cielos, acabo de oír que se cayó una lámpara.
—Nick.
—Están armando un alboroto increíble. Por el amor de Dios, preciosa, no puedo hacer frente a esto solo.
Miley le pareció tan convincente como la estrategia de ventas de un vendedor de coches usados, pero cabía, después de todo, la posibilidad de que Nick necesitara ayuda de verdad. Ella se puso unos vaqueros y una blusa y llamó a la puerta de su vecino unos minutos después. Cuando Nick abrió vio que el revuelo que había descrito se quedaba corto. Miley permaneció abajo el tiempo suficiente para comer papas fritas, tomarse un refresco y conocer a las amigas de Angie. Luego, con renuencia, fue a reunirse con Nick.


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ACA EMPIEZA EL CAMINO HACIA EL FINAL DE ESTA NOVE :D (fuaaa re tragica esa frase JAAJAJAJ) bueno en fin, espero que les guste. Besitos ♥

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